Confiar en el deseo

Diente de león

Ayer verbalicé un deseo del cual no era del todo consciente. Mi hermana, que no vive en España, me decía que iba a dejarme las cintas, pegatinas y demás materiales de envolver regalos que le habían sobrado, para que los use yo más adelante, ya que no tenía sentido que se los llevase de regreso en la maleta.

Le dije que eso contaba como regalo de Navidad extra porque siempre he querido —sin decirlo a nadie— tener una estación de artículos para ese propósito u otros propósitos manuales no identificados. Quiero un mueble antiguo de farmacéutico con muchos cajoncitos llenos de cintas, papeles de carta de diferentes tamaños, washi tapes, rotuladores, además de esto:

Una estacíón de papel de regalo con su guillotina individual

Es un deseo muy específico, y no sé qué piensas tú, pero creo que vale la pena albergarlos aunque en realidad en el día a día nos resulte un tanto ajeno, alejado, y no nos de tiempo de ser esas personas. Otro ejemplo en mi caso, es haberme autorregalado un libro de recetas al que le había puesto el ojo desde hace muchos meses cuando en verdad este año (2021), he cocinado muy poco.

Sin embargo, decía que creo en que vale la pena albergarlos porque los deseos nos informan. Aun cuando nos creemos estancadxs o desviadxs, nos dan pistas como las huellas de un jabalí en la montaña, pero tal vez exactamente en el sentido contrario. Mientras más específico el deseo probablemente sea mejor —¿quién soy yo para afirmarlo?—.

Generalmente suelo criticarme por no estar amortizando la compra del libro de recetas desde el día uno pero hoy, en cambio, voy a ver el deseo; clavar mis ojos en su centro, como si se tratara de una luciérnaga atrapada en una lámpara. Escuchar el deseo, atentamente y leer de este, la forma que tiene el futuro, como si cualquier deseo fuera el deseo más relevante, fuera la clave perdida de un caso cerrado, que ya nadie encuentra porque no la andan buscando. Confiar en el deseo como si dijese algo en voz bajita sobre mi identidad secreta, incluso aún secreta para mí.

Prosa Ojerosa

Animales de fábula

Ovejas

En un libro que leí hace unos meses la autora decía que de pequeña, cuando le preguntaban qué animal le gustaría ser, siempre contestaba tortuga. Se pregunta a ella misma si es porque tal vez la tortuga siempre está en casa. Porque inclusive entonces, ella prefería estar en casa todo el tiempo. Tal vez lo decía con la esperanza de cargar con su casa en la espalda, si se piensa en casa como un capullo donde escribir y estar bien.

Me identifico con la autora porque yo también fui una niña casera. Sin embargo, nunca llegué a tener la lucidez de identificarme con un animal tan acertado. Hace casi 8 años, cuando me entrevistaron para este trabajo, me dieron veinte minutos para crear una presentación y responder en esta, 10 preguntas sobre mí. Una de las preguntas, por supuesto, era la del animal.

Solo podía pensar en los animales vetados; como por ejemplo, el tiburón por agresivo, el delfín por cliché, el gato por su mala fama, así que terminé diciendo perro por lo mencionado anteriormente, su domesticidad. Ignoro hasta la fecha si mi respuesta fue correcta y creo que si hubiese dicho tortuga hubiese sido mucho más cercano a la verdad, pero no se me ocurrió. 

Pensándolo en perspectiva, no sé cuánta importancia tendría la pregunta del animal en relación a las otras nueve preguntas, pero es evidente que me hubiese restado puntos haber sido honesta. Sea cual fuere la razón de ser de la empresa, nadie quiere al animal que llega de último a los objetivos de venta, los plazos, los milestones, las deadlines, que por algo tienen la palabra muerte incluida. Nadie quiere al animal que llega más lento por muy a gustito que esté en su caparazón.

Pero se me da bastante bien intuir lo que es prudente o no decir; lo prudente siempre prevalece a lo contraproducente, sobre todo si lo último solo me impacta a mí. Es como un piedra, papel o tijera mal jugado; como conocer la elección de tu oponente cada vez y elegir la que te hace perder.

Llegados a este punto, cualquiera podría intervenir y decir que exagero cuando hablo de perder y al mismo tiempo ser elegida para el puesto. Pero todos en esta fábula llevamos trajes de zorro y corbata, ante todo hay que agradecer que se nos brinde un asiento en esta sala de gente astuta. La gente astuta, los zorros, tienen planes de carrera porque aquí todo va de correr, también de subir escaleras. Va de decir que no eres tortuga, ni tiburón, ni delfín y disfrazarte todos los días.

Prosa Ojerosa

Temas de peso

Hace mucho que quiero escribir temas de peso, que es como decir que quiero hablar de cosas importantes pero se suele decir así; “de peso”. Entonces inevitablemente comienzo a ponderar que el peso se ha venido a menos, ha perdido peso el peso y lo felicitarían si lo vieran por lo calle, asumiendo que está en un buen momento, una racha de fuerza de voluntad, porque pesar se ha vuelto menos y menos deseable. Somos raras las personas felicitándonos por la fuerza exacta que ejerce la gravedad sobre nuestros cuerpos, y estos mismos contra el suelo.

Pero hablar sobre temas de peso generalmente te mete en camisa de once varas, que es por lo que pude averiguar, una especie de ceremonia de adopción en el que hacían que la desafortunada criatura entrara por la manga y saliera por el cuello de una camisa grande como simulando un parto, -¿cómo de grande?- De once varas, que era una medida por aquellos tiempos medievales.

Y entonces esta complicación innecesaria y poco recomendable que es “entrar por la bocamanga y salir por el cabezón” y que viene a ser la misma expresión pero de otra forma, es lo que estoy tratando de evitar al seguir dándole rodeos a esto que quiero decir:

No voy a felicitar a nadie más por volverse más ligerx. Y no lo haré no porque no requiera esfuerzo y no entienda lo que le ha supuesto, sino porque no quiero participar en esta medida. Ya no mediré en varas y si es posible, tampoco en kilos el cuerpo.

Una vez me dijiste que el ojo humano es la creación de Dios más solitaria. Cuantas cosas del mundo pasan a través de la pupila sin que retenga ninguna. El ojo, solo en su cuenca, ni siquiera sabe que hay otro, idéntico a él, a menos de tres centímetros de distancia, tan hambriento, tan vacío. Abriendo la puerta principal a la primera nevada de mi vida, dijiste en un susurro: -Mira.”

Esto lo escribió Ocean Vuong en “En la tierra somos fugazmente grandiosos” que nueve meses después de leerlo, sigue petándome el cerebro con su construcción de frases. Lo escribió él y en él me gustaría inspirarme para decirle a tu ojo que te retuviera, se fijara en ti y te susurrara más de un piropo al día para balancear todo lo que verá, leerá y le hará creer que es adverso.

 

Reality Check

 

Hace un par de párrafos ya quienes estuvieran en régimen de dieta restrictiva o en un plan de ejercicios con el objetivo de adelgazar, habrán cerrado esta entrada probablemente viendo esta tan solo como una provocación extremista, una falta de contacto con la realidad por mi parte; como si yo misma no pudiera entender por qué querríamos ser delgadxs, como si yo misma no fuera consciente de que serlo tiene solo consecuencias positivas en la sociedad actual, que nunca seríamos más celebradas que cuando perdemos peso.

-Guka, ¿de veras solo tienes diez años? -¿De qué años hablas? -De los tuyos, ¿cuántos tienes? -Pues no lo sé! Solo sé contar con los dedos hasta diez. Es que las mujeres no nos ocupamos de eso… Es mi padre quien sabe cuántos años tengo. Más adelante me di cuenta de que Guka no era la única que no sabía su edad. Ni su madre ni las vecinas sabían contar. Tampoco les importaba cuántos años tenían; solo les interesaba su peso, pues la gordura era símbolo de belleza en el desierto, con independencia de la edad. Diarios de Sahara ~ Sanmao

Aunque no creo que fuera su intención exacta y ni de cerca es el tema principal de estos diarios, a Sanmao le hizo falta solamente un párrafo para pintar la foto de la interseccionalidad (en este caso intersección de marginalización social y sexismo). Y en mi interpretación libre me parece cabría agregar aquí mismo que, aunque ahora sea por la delgadez, es la belleza la que continúa siendo una manera de sometimiento. Y mira que me cuesta mucho decir esto, asociar una palabra en principio tan inocente como belleza a otra tan fea, tan pesada, cuando ni siquiera las palabras deberían serlo.

Querría ser lo suficientemente fuerte para decirte que no es tu obligación ser bella, justo ahora que habría que procurarse un cuerpo de playa, solo los verdaderos pesos pesados se atreverían a afirmar semejante atrocidad.

Prosa Ojerosa

Una ruptura y tres antónimos

Cielo de atardecer
Mi abuela materna era una mujer pequeña y cándida. Cuando el presentador del noticiero decía “Buenas noches”, ella lo saludaba con un “Buenas noches, hijo”

Leila Guerriero, «Teoría de la gravedad»

 

Entrañable. Como mínimo enternecedora, esa frase. Y me ha hecho pensar en la relevancia de parecernos a una mujer como ella, no tanto por su candidez sino por su implicación.

En un año en el que hemos tenido “el lujo” de ser hiperconscientes de su longitud y otras muchas veces, nos hemos sentido obnubiladxs por esta misma duración, me parece oler en el aire un aroma inesperada, una que, por definición de todas las aromas, nunca ves venir. Me refiero al aroma de la apatía.

Dime por favor si en algún momento de este trimestre, has sentido que te invadía o si son imaginaciones mías y que en consecuencia solo estoy, como hace cualquier ciudadana de a pie, extrapolando mis propias emociones. Tal parece que mientras más acontecimientos ocurrían, por un momento o por varios, nos sentimos, (me sentí pues) entumecida e insensible e incapaz de hacer algo más que responder autómata a las responsabilidades, a la programación habitual por la que me pagan.

Entonces, recurriendo a las palabras me di cuenta de algo atroz. Sin precedentes. La lengua nos falla para combatir este mal de mundo. Solo hay tres antónimos, obsérvalo tú mismx:

Quiere decir que ante tal desprotección y en una batalla donde los sinónimos nos ganan en número, espero logres sentirte aunque sea la mitad de días, como parte del bando ganador solo por seguir de pie.

Sin querer queriendo, me pasó algo que no planifiqué. Probar algo nuevo. Que es algo que nadie te advierte y que tendrás que buscar hacer por tu propia cuenta una vez creces; lo nuevo se vuelve escaso, escurridizo y a ratos atemorizante, por mucho que cueste admitirlo.

Esto nuevo que he probado quizá sea una opinión poco popular, pero es una que estoy dispuesta a sostener, aquí va: a pesar de que por años y años he sido usuaria premium de Spotify, siento que nunca llegó a conocerme lo suficiente y si necesitamos que algo funcione en esta vida es el algoritmo de nuestros proveedores de música, amén.

Hemos roto.

Así que probé Deezer, que es una app o ‘apepé’, como dirían algunxs contemporánexs

…para escuchar música.

Resumiendo, Deezer ha sabido quién soy con muchos menos me gustas y listas de mi autoría, con mi indiferencia y escepticismo, sin mi dinero periódico, me recomendó canciones que le hablaron a mi yo más estresado, impasible y desalentado. Esta fue una de ellas. No hace falta saber portugués para entender cuando algo se siente bien. Mi parte favorita es cuando dice:

Quem canta seus males espanta
Lá em cima do morro ou sambando no asfalto
Eu canto o samba-enredo
Um sambinha lento e um partido alto

Así es como muy poco a poco, tirando de los libros antes de dormir, de playlists ensambladas por extrañxs y recomendadas por los infames algoritmos, así como del poco placer que pude recabar cuando no podía recordar más definiciones que me ampararan, fui recobrando el ánimo, que inestable y en un hilo, te presento aquí.

¿Cómo te ha ido a ti?

Prosa Ojerosa

 

PD: En el mismo día que yo preparaba esta entrada, una escritora estadounidense que se llama Haley Nahman, escribía esto:

 

Es casi como … ¿Sabes cuando estás sentada en silencio en tu casa y tu refrigerador, sin tocarlo, de repente zumba, y en ese momento te das cuenta de su presencia? ¿No de manera disruptiva o imponente, solo en el sentido de que está ahí, vivo y haciendo lo que fue creado para hacer? Así es como me siento cuando escribo. Como una pequeña nevera de confianza, no diferente fundamentalmente de cuando estaba en silencio, pero de alguna manera más allí. Me gusta ser el frigorífico, normalmente. Solo desearía dejar que todo se derrita de vez en cuando. Quizás para eso está el verano.

Lo anterior me pareció extremadamente bonito y sentí la imperante necesidad de decirte que así estés en la etapa de ser la nevera o dejar todo derretir, estás bien, porque ser nevera justo ahora no quiere decir que no derretirás en algún momento y estar derritiendo en este momento, no es señal de que no congelarás de nuevo. Lo afirmo como si supiera y por mi misma necesidad de escucharlo.

(Puedes compartir esta entrada usando alguno de los botones que tienes aquí):

María Luisa y el «blue monday»

Es enero, hace frío y acabo de prender una vela con la esperanza de que me ayude a inspirarme y así poder escribir esta entrada de blog para la que cual tengo, a primeras, las ideas contadas.

Al traste ya. Dicen las reglas de SEO que la introducción, es decir, las primeras dos o tres líneas de una entrada, deben contener las palabras claves que la persona en cuestión buscará en Google para encontrarme. Está claro que no sé exactamente quién me busca, y eso, aquí y ahora, en nuestros tiempos, es delito. Dímelo tú, por favor, si es que lo sabes ¿para qué me buscarías?

Tampoco tendría que haber hecho referencia a ninguna época del año en aras de que el contenido se mantenga evergreen, siempre verde, pero estando tan cerca del Blue Monday, me voy a saltar esa recomendación también.

Este último término, según dicen, fue mencionado por primera vez y por tanto, se le adjudica a una empresa de viajes a inicios de los años 2000, que lo sustentaba en una tristeza implícita en el hecho de no poder viajar. Lo que desde 2020 conocemos como cada Monday.

Y para hacer la historia corta, pensando en la posibilidad de que 2021 fuera al menos durante sus primeros meses, un compendio de déjà vus, me he apertrechado (¿quién se atreve a conjugarlo rápido sin mirar?) contra la rutina para recordar que aunque los días se me parezcan entre sí, continúo respirando dentro de ellos.

Tal vez si nos atrevemos a mirar la monotonía a los ojos, esta no nos tiña más de sepia la existencia.

 

¿que cómo me apertreché, dices?

  • Desde que empezó el año, busco ratitos (y rayitos) de sol como el de arriba y cuando los hay, me obligo a salir de casa para sentirlos más directamente.
  • Todos los días antes de dormir, escribo unas líneas sobre ese día en particular y lo que más me gustó de él. Si no encuentro nada, pienso más fuerte.
  • Me obligo a terminar de trabajar a una hora decente, excepto hoy, para que supieras todo esto.
  • Volví a hacer algunas fotos, porque en el verbo ‘volver’ me reconozco, y si me parezco a mí, es más difícil sentirme extraña.

Pero no fue hasta que leí:

Luego comemos una lata de sardinas, naranjas con grandes sorbos de retsina, pan. Todos los días lo mismo y cada día una necesidad fresca de los mismos sabores.»

María Luisa Puga, «Inmóvil sol secreto»

…que me percaté de la pequeña posibilidad de amar lo esperable de cada día y de aliviar, si es posible, la sensación de estar haciendo marcas en la pared en dirección a un evento singular en el trimestre como quien cumple una condena el resto de los días; impostores, de poca monta.

 

Ella sigue:

Sé que uno se puede habituar a todo, de pronto creo que la repetición inyecta vida, lentamente, nada explosivo, a lo mejor podemos ser felices.»

A María Luisa Puga la acabo de descubrir, y según Erna Pfeiffer, ella le ponía especial ahínco a la descripción de los mínusculos, sutilísimos e imperceptibles cambios como un síntoma de vida, un indicio de que esta seguía, continuamente en movimiento.

Supongo que tiene razón María Luisa, y sobre todo estoy segura de que sabe de lo que habla, ahora no me viene la palabra, lo contrario a farsante, como yo a veces me siento, sino que predicaba con ejemplo: resulta que escribió su vida en 327 cuadernos, de 1972 a 2004, así que mucho llegó a saber de los beneficios de un ritual.

el cuaderno 183, foto tomada del archivo Nettie Lee Benson

Estos cuadernos fueron recuperados por su amiga la escritora Elena Poniatowska, quien escribió:

«María Luisa era alta, ponía su brazo sobre mis hombros y caminábamos juntas. Era mi pararrayos, mi paraguas, mi papá. Decíamos que cuando fuéramos viejitas pondríamos una mercería y que ella se sentaría en la caja (de esas de campanita, antiguas) y yo abriría los cajones con los botones y entregaría las agujetas, las presiones y los ganchos, el paspartú, el estrafor. (¡Qué chistosa palabra estrafor!) Cerraríamos la cortina a las siete y atravesaríamos la calle del brazo, con mucho cuidado y juntas nos daríamos el quién vive, juntas descubriríamos de qué tamaño son nuestras posibilidades de odio. Ahora, desde el 25 de diciembre de 2004, hace casi 11 años, lloro porque el mundo sin ella jamás volvió a ser igual y porque me encamino hacia mi propia muerte, ella no va a estar y todavía queda mucho por hacer y no sé si tendré la fuerza de hacerlo sin ella. Sin ella.»

Algunas sueñan con rutinas y otras tenemos rutinas para soñar.

Prosa Ojerosa

 

PD: Cabe la posibilidad de que, como yo, hayas quedado necesitadx de más María Luisa Puga, en ese caso, encuentra aquí su correspondencia con Isaac Levín, de regalo.

La caída del autocuidado

Cestas de fruta y verdura

Huyo de las palabras que se repiten sin cesar no porque yo quiera ser original, (que también, un poquito, porque el maldito ego y tal) sino porque se me parece mucho a cuando pronuncias sin parar jamónjamónjamónjamónjamón y terminas por decir monja.

Entonces, decimos autocuidado, autocuidado, autocuidado y terminamos hablando de mascarillas hidratantes coreanas en “self-care sunday” y también de lo mal que nos hemos portado durante los días de navidad porque hemos comido lo que nos ha venido en gana y estamos esperando el 1ero de enero para resetearnos y volvernos buenxs. Casi dudando de nuestra adultez y de nuestra propia habilidad para nutrirnos.

inserte su palabrota de confianza aquí

 

Soy yo la primera que tiene que recordarse de que mi contexto es mucho mayor que las inmediaciones de mi cuerpo.

Y en respuesta a este pensamiento mío, saldrá una publicación en instagram con una tipografía fantástica, de colores vibrantes, diciendo: “vales más que el número de la balanza” pero seguiremos actuando como si eso no es verdad y nos felicitaremos cuando hayamos bajado de peso, porque ese sigue siendo el principal indicador de (¿falsa?) salud que queremos ver, la salud tiene que ser bonita, porque hace mucho tiempo definimos lo bonito como delgado.

Ya no es 1874, no son los tiempos en que Jane Eyre es felicitada por recuperar el color de sus mejillas y carne alrededor de los huesos, y no es eso lo que quiero tampoco, supongo que lo que me gustaría es dejar de provocar enfermedades de trastornos alimenticios con nuestra priorización del físico y parar de ver la gordura como un defecto o un insulto, aquí, ahora, en el espejo, en las fotos.

También, sería interesante intentar abandonar el mantra cortísimo “ámate más” como quien pretende que en esta sociedad todo está dado para amarte y aceptarte fácilmente. Si de verdad vamos a discutir sobre cuidarnos a nosotrxs mismxs ojalá lo pensáramos en grande:

Otros cuidados, otros contextos

Como no puedo evitarlo, es más fuerte que yo y sigo rindiéndome año tras año a la necesidad imperiosa de hacer alguna que otra resolución, cayendo rendida siempre ante la sensación refrescante de la página en blanco (de eso hablé aquí), hoy mi intención es que construyamos, si tú quieres, dichas resoluciones a lo macro.

Contexto #1: la vida diaria es la vida en total

En broma pero muy en serio, decía por historias en estos días que la limpieza a fondo del lugar que vivimos es una manera de cuidarnos y muchxs estuvieron de acuerdo. Monica Geller estaría de acuerdo.

¿Qué puedes incorporar en tu vida diaria o una vez a la semana que te haga sentir bien, conforme, en orden, al día? Parecerá un chiste, pero levantarme a barrer me salvó de momentos críticos en el confinamiento.

Contexto #2: los límites

¿Hola? ¿Trabajar menos? ¿Decir más que no? ¿Pasar menos tiempo en instagram? ¿Dejar el móvil fuera de la habitación? ¿Tomar más descansos cortos no negociables?

Contexto #3: lo que seríamos si no fuéramos lo que somos

Algunxs queremos secretamente hacer cerámica, lettering y carpintería sin ninguna aspiración de negocio alrededor de ello. ¿Por qué no proponernos a hacer algo una vez al mes, o probar una vez siquiera, solo por hacer algo que te complace? Con-place.

Contexto #4: los medios

Yo, que durante mucho tiempo fui culpable de no entrar a ver la cuenta bancaria, puedo testificar a favor de los beneficios de hacer seguimiento de mis gastos, conocer cuáles son mis compras impulsivas, lo que podría ahorrar al mes… e instaría a cualquiera a la que esto le parezca buena idea, a empezar a hacerlo.

¿Qué dice de mí el uso que hago de lo que dispongo y qué puedo cambiar?

Contexto #5: lxs demás

La inspiración más pertinente me viene de Julie&Julia, donde Julie se propone a hacer una receta de Julia Child diariamente por un año.

¿Cómo voy a asegurarme de disfrutar de los talentos de otrxs de manera constante? ¿Sobre qué o de quién quiero leer más? ¿Saber más? ¿Solo para mí o con alguien más?

Dime, ¿te he dado en qué pensar? Puedes escribir aquí debajo o en privado: ¿cuáles otros cuidados van a tomar prioridad este año?

Prosa Ojerosa

 

 

Mis favoritos del 2020

Aquí lo tienes, un recuento informal de mis 12 libros favoritos del año que hoy cerramos.

Ahora, quizá te preguntas: ¿son estos los libros de la suscripción de Prosa Ojerosa? y la respuesta sería no. ¿Por qué? Porque en la suscripción me centro en editoriales españolas para apoyarlas, porque para mí, personalmente, sigo intentando elegir algunos libros en inglés ya que es de las pocas maneras que puedo mantener fresco el idioma, y por último, porque quise incluir en el conteo, los libros de no-ficción que no son parte de la suscripción y que igualmente fueron top, en mi opinión.

Además, ya sabes que, en la suscripción no escojo solo un libro mensual, sino que es completa y absolutamente una selección personal hacia cada destinatarix.

Pero bueno, sin más dilación, ni más indecisión ¡estos son! No están organizados por orden de preferencia, solo por orden de lectura de enero a diciembre, comenzando por arriba de izquierda a derecha. Ojalá te sirvan de inspiración para el 2021:

 

Enero: Belén Gopegui – Ella pisó la luna

librito pequeñito-discurso-manifiesto sobre la invisibilidad de las mujeres

Febrero: James Clear – Atomic Habits

me encantó aprender más sobre hábitos de la mano de este autor

Marzo: Han Kang – Blanco

por favor compremos más libros de la editorial rata books, ¡lo hacen tan bien!

Abril: Jenny Odell – How to do nothing

no digo nada más acerca de él porque he sido muy pesada ya durante el año

Mayo: Mariana Enriquez – Las cosas que perdimos en el fuego

Sobrecogedor. Mariana es una maestraza, tuve que cortar otros libros de ella en esta selección y me dolió mucho.

Junio: Joanna Moorhead – The surreal life of Leonora Carrington

si te gustan las biografías, creo que esta es una fantasía y también “La hermana menor” de Mariana Enriquez, vale, ya me siento mejor

Julio: Glennon Doyle – Untamed

no es para todo el mundo, soy consciente, pero yo lo encontré muy necesario sobre todo para personas criadoras de otras personas en este mundo, de todas formas… ¿qué libro es para todo el mundo?

Agosto: Ocean Vuong – En la tierra somos fugazmente grandiosos

amé haber descubierto a este autor este año, ahora quiero más, mucho más.

Septiembre: Ursula K. Le Guin – Contar es escuchar

otra autora de la que no había leído nada antes y soy muy feliz por haberlo hecho. Si escribes, estos ensayos son muy valiosos.

Octubre: Patti Smith – M train

delicioso, te lo recomendaría si te defines como 1. amante de Nueva York, 2. coleccionista, o 3. melancólicx de lxs buenxs.

Noviembre: Nell Leyshon – Del color de la leche

completamente desgarrador, fascinantemente escrito, necesario, bello, horrible, todos los sentimientos.

Diciembre: Cuentistas latinoamericanas – Vindictas

no lo he terminado todavía pero tenía que entrar, ¿sabes la felicidad que es adentrarme en todos estos cuentos y todas estas autoras desconocidísimas? Glorioso.

 

¿Cuál de estos has leído y también entraría en tu lista? ¿Qué me dices? ¿Hacemos de esto una tradición?

 

Influencers de sombrero y otras prácticas heterodoxas

Mientras nos preparamos para cerrar el año, quisiera proponerte que en vez de hablar de cómo haremos balance (que es una palabra que me suena casi violenta en 2020), tomemos un enfoque distinto al asunto entre manos el cual sería, en este caso, arrancar la última hoja del calendario.

Mi propuesta tiene poco que ver con una reflexión o cuantificación de logros alcanzados, no porque no crea en las ciencias exactas, al contrario, sino porque, quizás como yo, estás presentando alergia a la tantísima realidad que nos rodea. Lo llamaremos “un sabio ejercicio de evasión”.

1. Identificación de las reglas no escritas, no habladas

Por ejemplo, hace poco me di cuenta de que me autoimpongo una durísima e inflexible regla; no sigo en Instagram a ninguna influencer de sombrero.

Dice la voz en off: influencer de sombrero hace referencia al prototipo de influencer de estilo de vida que posee un sombrero negro de alerón grande, quien se ha prometido recientemente en las Maldivas, que se toma fotos de espalda en todo lugar paradisíaco a donde llega, cuya casa nunca es un piso bajo sombrío, pero al contrario un lugar diáfano que cuenta de luz solar hasta de noche y que te imaginas siempre ubicado en California, independientemente de su nacionalidad. Es quien siempre que bebe un café, ha de esparcir virutas de un donut colorido que no puede comerse y cuyas fotos te hacen preguntarte si su pareja o mejor dicho amante fotógrafx no estará hartx de ella o él.

No hace falta adjuntar imagen ilustrativa porque sé que puedes imaginar tu propia versión de esto, pero en todo caso, mi intención tras la idea de identificar esta regla tan mía es hipotetizar qué dice ésta sobre mí:

Dice tal vez que quiero seguirme preguntando y encontrando otras maneras de belleza, trabajar en definirla bajo mis propios términos sin tanta «influencia» externa ¿sabes tú por qué sigues a quien sigues? ¿lo que consumes de ellxs te hace sentir bien?

Porque estoy casi segura de que intentas cuidarte de comidas y hábitos que tienden al exceso, pero ¿te cuidas también de los mensajes poco saludables que ingieres a diario?

¿Cuál es tu regla y qué dice de ti? Si no puedes pensar en alguna, te hago invitación abierta a que la crees de cara al próximo año.

2. Aprovechamiento de los talentos naturales

Durante toda mi vida he sido arduamente juzgada por mi manera inusual de dormir. Los comerciales de colchones no me han ayudado de ninguna forma y entonces me pregunto si existe además de mí, alguien en el mundo que duerma boca arriba, a modo de descanso eterno y con las piernas en forma de número 4, una doblada y otra extendida.

Entiendo que, a primeras, esto parezca un talento un poco prescindible, por utilizar una palabra amable, pero no fue hasta que tuvimos a Soja (mi gata) en casa, que me he dado cuenta de mi gran potencial, el cual siempre ha estado allí, que es servirle de cama humana.

Todo esto viene a decir un poco en broma y bastante en serio, que tú eres tu mejor críticx y que tal vez, no hayas considerado que, sirves para mucho más de lo que piensas. Cada vez que lo dudes, ojalá sí recuerdes que existe una publicación de Prosa donde puedes venir a refrescarlo.

Algo sobre lo que ilusionarte en el futuro: encontrar tu talento natural escondido.

3. Evolución y revolución

Si me lees desde hace un tiempo, sabrás ya que soy la primera en caer en la trampa de la machaca mental, la autoexigencia y demás. Sabrás ya también que, vivir con un aparato en la mano con acceso a la caja de espejos, no lo hace más fácil.

Por lo que, si quiero llevarme algo conmigo al 2021, como matemáticamente “te llevarías uno” al hacer una división, es que: el descanso es revolución.

Así como intento tomarme en serio todas mis responsabilidades, asumo una más: la de proteger mi entusiasmo y proveerme de mi propia alegría, así sea, abro comillas perdiendo el tiempo, cierro comillas.

Como diría Carmen Martín Gaite:

“Aquí no me encuentran” eso era lo primero que pensaba, y me instalaba allí a alimentar fantasías; los objetos en libertad parecen fetiches, los muebles son copas de árboles, estoy perdida en el bosque, entre tesoros que solo yo descubro, algo me va a pasar, todo consiste en esperar sin angustia, en dejarse a la deriva, hemos perdido el gusto por jugar y, en el fondo, es tan fácil, me voy a poner más cómoda.

El cuarto de atrás

Me voy a poner más cómoda.

Prosa Ojerosa

PD: Ninguna persona con sombrero sufrió daños durante la realización de esta publicación.

El largo plazo y la brujería

Si se trataba de un viaje corto yo no deshacía la maleta. Apenas sacaba los zapatos y el neceser, esa es la verdad, me quedaba rebuscando en el bolso mientras durase la estadía: tales calcetines con cuales pantalones -¿y el cinturón?- escudriñando, desordenando, como regodeándome en lo fugaz.

No fue hasta que empecé a viajar con mi pareja que pensé en la otra posibilidad, viendo lo que para él era lo más natural; desempacar apenas entras a la habitación, colgar camisas, llenar los cajones y si te mueves suficientemente rápido, acaparar tú primero la mayoría de las perchas.

Pero creo que no acostumbro a moverme demasiado rápido y menos cuando algo parece pasajero, lo cual es irónico siendo ese el nombre que se nos da al abordar un avión, no nos engañemos, todxs sabemos a lo que vamos.

En retrospectiva, reflexiono sobre este punto y concluyo que el largo plazo siempre me ha reconfortado, lo cual no sé si es bueno o es malo. 

El largo plazo me reconforta para: 

  • Llegar a la vejez con licencia para ser, a la velocidad deseada, con las tetas caídas y menos pelos en la lengua.
  • Tener una amiga cuyxs hijxs se sientan como lxs tuyxs propixs de tanto verlxs crecer.
  • No perderme de las nuevas formas de ser mujer que me enseñarán mis sobrinas, al ir creando sus propias vidas.
  • Hacer hogar con la suma de todo lo que me provea el corto plazo.

Esas, solo por nombrar algunas, y aquí se viene la confesión: durante esta pandemia sin duración definida, lo he vuelto a hacer, no he deshecho la maleta. Miro con asombro a quienes se han mudado, han encontrado nuevos trabajos, creado nuevos proyectos, han tomado grandes decisiones y tengo que despertar repentinamente a la idea de que, es de todas formas perecedero, sea largo o corto el plazo, es limitado.

Nadie tendría que recordar a la madre pájaro de la importancia del traslado de todas las ramas en preparación para el nido, por temporal que sea su función. Sin embargo, si como yo, necesitabas una señal, la falsa certeza de una cantidad determinada de días para actuar, aquí estoy, para acompañarte y darte todo el permiso de ubicar tu ropa interior en una habitación quizá extraña, pero que es tan efímera como cualquier otra.

No basta con soportar la tristeza y el sufrimiento, tienes que amarlos, y respetar tus preguntas, tus dudas, esas que aparecen en la plenitud de la vida, cuando los deseos crecen y se esfuman. 

Catherine Meurisse ~ La levedad

“La levedad” es el testimonio gráfico de cómo Catherine Meurisse lidió con la pérdida tras la tragedia de Charlie Hebdo en 2015, el cual leí por primera vez la semana pasada y también hizo que pensara en lo relevante que es al menos intentar la transmutación, en este caso, de algo doloroso en algo bello y seguir insistiendo.

Así como me lo recuerda Ita, con su alquimia en la cocina y la transformación de la que es capaz con la luz del día, como la madre pájaro que mencioné antes, ella parece seguir creando imperturbable, (estate muy atentx a lo que trae). Me inspiran también, estos vídeos que ven millones de personas por la misma razón, o tal vez por otras diferentes, pero para mí, porque son evidencia de lo que somos capaces. 

Y finalmente, como estas señoras mexicanas (T.2 Ep. 2) preparando platos casi en el centro de la tierra, a punta de tradición, nos indican que a fuego lento, nada se quema.

Prosa Ojerosa

La suerte del color amarillo

Está bien. Me arrepiento de lo que dije hace unas semanas sobre “M train” de Patti Smith. Comencé a leerlo y aún sabiendo que, era un libro sobre nada e irónicamente, un tren a ninguna parte, no conectaba con lo narrado en lo absoluto.

Sin embargo, al ir avanzando y acostumbrándome a la idea de su propia lentitud, logré captar el romanticismo personificado en su adicción al café, y en su manera de vivir la vida que al menos a mí, sin haber leído ninguna de sus otras memorias, me resultó contradictoriamente improvisada pero a la vez llena de significado y con tendencias a los rituales, pero sobre todo, a la belleza.

“We want things we cannot have. We seek to reclaim a certain moment, sound, sensation. I want hear my mother’s voice. I want to see my children as children. Hands small, feet swift. Everything changes. Boy grown, father dead, daughter taller than me, weeping from a bad dream. Please stay forever, I say to the things I know. Don’t go. Don’t grow.”~ Patti Smith, M Train

Queremos cosas que no podemos tener. Buscamos recuperar un determinado momento, sonido, sensación. Quiero escuchar la voz de mi madre. Quiero ver a mis hijos como niños. Manos pequeñas, pies rápidos. Todo cambia. Niño mayor, padre muerto, hija más alta que yo, llorando por un mal sueño. Por favor, quedaos para siempre, le digo a las cosas que conozco. No os vayáis. No crezcáis. ~ Patti Smith, M Train

La comprendo tanto, especialmente en las últimas semanas en las que he escrito cartas a personas queridas sin intención de enviárselas y también, una oda a una lámpara de color amarillo que me ilumina todos los días. Amarillo, de los colores el más afortunado, como no lo vincularon a ningún sexo ni género, nadie le dice lo que tiene que ser, qué suerte la de él. Muy parecido a la letra e.

“Si quieres que te lo diga, siéntate, porque es largo de contar” y, al contarlas en voz alta salvaría del olvido todas las cosas que he estado recordando y sabe Dios cuántas más, es incalculable lo que puede ramificarse un relato cuando se descubre una luz de atención en otros ojos, él seguramente también tendría ganas de contarme cosas, se sentaría a mi lado, nos pondríamos a cambiar recuerdos como los niños se cambian cromos y la tarde caería sin sentir, saldría un cuento fresco e irregular, tejido de verdades y mentiras, como todos los cuentos”

Carmen Martín Gaite ~ El cuarto de atrás

Diseccionando este último párrafo te diría que, en principio, me parece ya de entrada desafiante admitir que me voy a tardar en contar la historia, porque muchas veces sin pretenderlo, me doy prisa al hablar ya que aprendí que irnos por las ramas es un rasgo odioso propio de la mujer.

Si pienso entonces en que, al contarlas en voz alta, salvaría a las cosas que conozco del olvido, me doy cuenta de que no callaría nunca. La paradoja está en el hecho de que, con frecuencia, mis sentimientos sobre esas mismas cosas sobrepasan la fuerza de mi voz como para siquiera seleccionar y pronunciar palabras en concreto, y por eso, supongo que escribo. 

(Pausa para pensar en todxs lxs que nos sentimos alguna vez o muy seguido, mucho menos interesantes y elocuentes de lo que pudiéramos ser comparadxs a la versión interior de nosotrxs mismxs)

Al menos, mientras intento no recurrir al auto-reproche por querer aburrirme una tarde y romper con el verbo ‘hacer’ por unas horas, me consuela saber que soy la luz de atención para otros ojos y me recuerdo, te recuerdo que, si quiero, si queremos, podemos ser el color amarillo.

El giro de la trama:

Busco reconciliación con la nostalgia que me producen los cambios, sobre todo los más pequeños, imperceptibles. Me digo que aunque pase un buen tiempo para que podamos abrazarnos con la misma tranquilidad de antes sin pensar en contagio, al menos el abrazo como recurso sigue existiendo.

No te rías, cosas igual de importantes están en la cuerda floja. Preguntaba hace no mucho qué pensabas sobre los sentimientos en extinción.

Al mismo tiempo, en cuanto a los cambios más grandes, aquí me ves señalando con mi dedo lo que no es tan minúsculo, que nos mantiene clasificadxs entre azul y rosa.

Todo el conocimiento acumulado de dietas, las calorías, las formas de bañador concreto para la forma de mi cuerpo, al que le asignaron de todas las frutas, la pera y, los artículos de “cómo retenerlo” de la revista que más adoraba y leí asiduamente desde los 11 años, por mencionar alguna de esas cosas.

Quizá es por esto por lo que queremos todavía contar calorías, para tener sensación de control ante los cambios, pero ni los carbohidratos se lo merecen, ni tú, que tienes toda la gama de colores para escoger, observar, comer y ser. Tal como un catálogo de alfombras.

Prosa Ojerosa

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