Temas de peso

Hace mucho que quiero escribir temas de peso, que es como decir que quiero hablar de cosas importantes pero se suele decir así; “de peso”. Entonces inevitablemente comienzo a ponderar que el peso se ha venido a menos, ha perdido peso el peso y lo felicitarían si lo vieran por lo calle, asumiendo que está en un buen momento, una racha de fuerza de voluntad, porque pesar se ha vuelto menos y menos deseable. Somos raras las personas felicitándonos por la fuerza exacta que ejerce la gravedad sobre nuestros cuerpos, y estos mismos contra el suelo.

Pero hablar sobre temas de peso generalmente te mete en camisa de once varas, que es por lo que pude averiguar, una especie de ceremonia de adopción en el que hacían que la desafortunada criatura entrara por la manga y saliera por el cuello de una camisa grande como simulando un parto, -¿cómo de grande?- De once varas, que era una medida por aquellos tiempos medievales.

Y entonces esta complicación innecesaria y poco recomendable que es “entrar por la bocamanga y salir por el cabezón” y que viene a ser la misma expresión pero de otra forma, es lo que estoy tratando de evitar al seguir dándole rodeos a esto que quiero decir:

No voy a felicitar a nadie más por volverse más ligerx. Y no lo haré no porque no requiera esfuerzo y no entienda lo que le ha supuesto, sino porque no quiero participar en esta medida. Ya no mediré en varas y si es posible, tampoco en kilos el cuerpo.

Una vez me dijiste que el ojo humano es la creación de Dios más solitaria. Cuantas cosas del mundo pasan a través de la pupila sin que retenga ninguna. El ojo, solo en su cuenca, ni siquiera sabe que hay otro, idéntico a él, a menos de tres centímetros de distancia, tan hambriento, tan vacío. Abriendo la puerta principal a la primera nevada de mi vida, dijiste en un susurro: -Mira.”

Esto lo escribió Ocean Vuong en “En la tierra somos fugazmente grandiosos” que nueve meses después de leerlo, sigue petándome el cerebro con su construcción de frases. Lo escribió él y en él me gustaría inspirarme para decirle a tu ojo que te retuviera, se fijara en ti y te susurrara más de un piropo al día para balancear todo lo que verá, leerá y le hará creer que es adverso.

 

Reality Check

 

Hace un par de párrafos ya quienes estuvieran en régimen de dieta restrictiva o en un plan de ejercicios con el objetivo de adelgazar, habrán cerrado esta entrada probablemente viendo esta tan solo como una provocación extremista, una falta de contacto con la realidad por mi parte; como si yo misma no pudiera entender por qué querríamos ser delgadxs, como si yo misma no fuera consciente de que serlo tiene solo consecuencias positivas en la sociedad actual, que nunca seríamos más celebradas que cuando perdemos peso.

-Guka, ¿de veras solo tienes diez años? -¿De qué años hablas? -De los tuyos, ¿cuántos tienes? -Pues no lo sé! Solo sé contar con los dedos hasta diez. Es que las mujeres no nos ocupamos de eso… Es mi padre quien sabe cuántos años tengo. Más adelante me di cuenta de que Guka no era la única que no sabía su edad. Ni su madre ni las vecinas sabían contar. Tampoco les importaba cuántos años tenían; solo les interesaba su peso, pues la gordura era símbolo de belleza en el desierto, con independencia de la edad. Diarios de Sahara ~ Sanmao

Aunque no creo que fuera su intención exacta y ni de cerca es el tema principal de estos diarios, a Sanmao le hizo falta solamente un párrafo para pintar la foto de la interseccionalidad (en este caso intersección de marginalización social y sexismo). Y en mi interpretación libre me parece cabría agregar aquí mismo que, aunque ahora sea por la delgadez, es la belleza la que continúa siendo una manera de sometimiento. Y mira que me cuesta mucho decir esto, asociar una palabra en principio tan inocente como belleza a otra tan fea, tan pesada, cuando ni siquiera las palabras deberían serlo.

Querría ser lo suficientemente fuerte para decirte que no es tu obligación ser bella, justo ahora que habría que procurarse un cuerpo de playa, solo los verdaderos pesos pesados se atreverían a afirmar semejante atrocidad.

Prosa Ojerosa

La caída del autocuidado

Cestas de fruta y verdura

Huyo de las palabras que se repiten sin cesar no porque yo quiera ser original, (que también, un poquito, porque el maldito ego y tal) sino porque se me parece mucho a cuando pronuncias sin parar jamónjamónjamónjamónjamón y terminas por decir monja.

Entonces, decimos autocuidado, autocuidado, autocuidado y terminamos hablando de mascarillas hidratantes coreanas en “self-care sunday” y también de lo mal que nos hemos portado durante los días de navidad porque hemos comido lo que nos ha venido en gana y estamos esperando el 1ero de enero para resetearnos y volvernos buenxs. Casi dudando de nuestra adultez y de nuestra propia habilidad para nutrirnos.

inserte su palabrota de confianza aquí

 

Soy yo la primera que tiene que recordarse de que mi contexto es mucho mayor que las inmediaciones de mi cuerpo.

Y en respuesta a este pensamiento mío, saldrá una publicación en instagram con una tipografía fantástica, de colores vibrantes, diciendo: “vales más que el número de la balanza” pero seguiremos actuando como si eso no es verdad y nos felicitaremos cuando hayamos bajado de peso, porque ese sigue siendo el principal indicador de (¿falsa?) salud que queremos ver, la salud tiene que ser bonita, porque hace mucho tiempo definimos lo bonito como delgado.

Ya no es 1874, no son los tiempos en que Jane Eyre es felicitada por recuperar el color de sus mejillas y carne alrededor de los huesos, y no es eso lo que quiero tampoco, supongo que lo que me gustaría es dejar de provocar enfermedades de trastornos alimenticios con nuestra priorización del físico y parar de ver la gordura como un defecto o un insulto, aquí, ahora, en el espejo, en las fotos.

También, sería interesante intentar abandonar el mantra cortísimo “ámate más” como quien pretende que en esta sociedad todo está dado para amarte y aceptarte fácilmente. Si de verdad vamos a discutir sobre cuidarnos a nosotrxs mismxs ojalá lo pensáramos en grande:

Otros cuidados, otros contextos

Como no puedo evitarlo, es más fuerte que yo y sigo rindiéndome año tras año a la necesidad imperiosa de hacer alguna que otra resolución, cayendo rendida siempre ante la sensación refrescante de la página en blanco (de eso hablé aquí), hoy mi intención es que construyamos, si tú quieres, dichas resoluciones a lo macro.

Contexto #1: la vida diaria es la vida en total

En broma pero muy en serio, decía por historias en estos días que la limpieza a fondo del lugar que vivimos es una manera de cuidarnos y muchxs estuvieron de acuerdo. Monica Geller estaría de acuerdo.

¿Qué puedes incorporar en tu vida diaria o una vez a la semana que te haga sentir bien, conforme, en orden, al día? Parecerá un chiste, pero levantarme a barrer me salvó de momentos críticos en el confinamiento.

Contexto #2: los límites

¿Hola? ¿Trabajar menos? ¿Decir más que no? ¿Pasar menos tiempo en instagram? ¿Dejar el móvil fuera de la habitación? ¿Tomar más descansos cortos no negociables?

Contexto #3: lo que seríamos si no fuéramos lo que somos

Algunxs queremos secretamente hacer cerámica, lettering y carpintería sin ninguna aspiración de negocio alrededor de ello. ¿Por qué no proponernos a hacer algo una vez al mes, o probar una vez siquiera, solo por hacer algo que te complace? Con-place.

Contexto #4: los medios

Yo, que durante mucho tiempo fui culpable de no entrar a ver la cuenta bancaria, puedo testificar a favor de los beneficios de hacer seguimiento de mis gastos, conocer cuáles son mis compras impulsivas, lo que podría ahorrar al mes… e instaría a cualquiera a la que esto le parezca buena idea, a empezar a hacerlo.

¿Qué dice de mí el uso que hago de lo que dispongo y qué puedo cambiar?

Contexto #5: lxs demás

La inspiración más pertinente me viene de Julie&Julia, donde Julie se propone a hacer una receta de Julia Child diariamente por un año.

¿Cómo voy a asegurarme de disfrutar de los talentos de otrxs de manera constante? ¿Sobre qué o de quién quiero leer más? ¿Saber más? ¿Solo para mí o con alguien más?

Dime, ¿te he dado en qué pensar? Puedes escribir aquí debajo o en privado: ¿cuáles otros cuidados van a tomar prioridad este año?

Prosa Ojerosa

 

 

En un carrito de supermercado

La imagen propia. Tiene tal vez muy poco de propia, es algo que me resulta fascinante puesto que, tal y como nuestra personalidad, habrá tantas percepciones de ella como personas lleguen a vernos/conocernos.

No hay motivo para ocultar que he hablado de este tema aquí más de una vez y de diferentes formas, pero cuya necesidad de mencionarlo nuevamente me visita con frecuencia, supongo que por la incesante exposición a la imagen, en general, en la que nadamos día con día.

En esta publicación antigua de instagram por ejemplo, comento precisamente la manera natural en la que internalizamos conceptos como «el lado malo» de nuestras caras, integrándolo en la vida diaria de forma intrascendente, como si fuera (como dicen algunxs) moco de pavo.

yo la primera vez que escuché la expresión

Silvina Ocampo lo dice mucho más magistralmente en «la cara apócrifa» de 1972:

«Nadie sabe cuánto me esforcé por imaginarla preciosa (…)
la corregí en vano, minuciosamente juntándole las cejas
agregándole lágrimas
adornándola con levísima sonrisa
tirándole la lengua para volverla graciosa
mordiéndole los labios para volverla misteriosa.(…)
No quiero más fotografías de esa cara
que no es la misma cara que estaba dentro de una cuchara, ni en el cuchillo, ni en el aljibe,
ni siquiera en el espejo.»

«Amarillo Celeste» ~ Silvina Ocampo

Creo que más de unx la entendemos, a Silvina, quienes a veces todavía tengamos que pelearnos con el tono peyorativo de nuestros pensamientos al vernos retratadxs, esperar a tu amiga que se quiere poner del otro lado y «meter» la barriga, detenernos para no rechazar una oportunidad de quedar en el recuerdo aun sabiéndonos toda la teoría, o por el contrario, quienes juran sanar a base de selfies a mansalva.

Y no es hasta hace unos días, mientras estuve viendo el documental «The B Side» sobre Elsa Dorfman, que no volví a pensar en lo que sería sentir una necesidad visceral por documentar (en este caso fotográficamente) que superara con creces la vanidad, ¿qué saldría de crear así de libre?, por buscar ser alguien además de esposa cuando era «todo» lo que se te pedía, en amar tanto tu proceso creativo como para hacerlo por décadas aunque caducasen todas las tecnologías alrededor del mismo y quebrasen las empresas proveedoras.

Soy una profesional de la nostalgia, ya te habrás dado cuenta, y a veces de asuntos que no he experimentado ni siquiera en mis carnes, si me permites la incoherencia. Un ejemplo claro de esto: ¿revelar fotografías en un cuarto oscuro con una bombilla roja? nostalgia a la potencia.

«También me decía que siempre hay que escribir en contra de algo; un defecto propio o una falla del cuento, y ahora supongo que también me quiso decir que la conciencia plena de una falla es lo único que permite disimularla y remontar esa corriente adversa, que muchas veces también es una característica del género específico que estamos intentado escribir. Uno tiene que ser su propio antídoto, me decía Silvina a veces»

«La hermana menor» ~ Mariana Enríquez

¿Estoy haciendo un buen trabajo en ser mi propio antídoto? depende del día en que se me pregunte.

En todo caso, volviendo al convencimiento y «ovarios» que se requieren para hacer de «tu arte» algo que te alimente, no he encontrado en mucho tiempo algo que visualmente me inspire más que esta foto de Elsa vendiendo sus fotografías dentro de un carrito de supermercado alquilado, en el estacionamiento del mismo, a dos dólares la pieza.

feliz día de las emprendedoras

Te la dedico para que, sea cual sea la fuente de su entereza, sepas que si ella la reunió para pararse allí, tú también puedes creerte hoy un poco más dueña de tus talentos. Y aunque acabo de buscar fortaleza en el diccionario de sinónimos y salía «hombría», tengas constancia en film de que también nos podemos definir así.

Prosa Ojerosa

PD: ¿Qué tengo que hacer para que veas el documental? No puedo recalcarlo más. Así como leer a las dos autoas argentinas de las que hablé aquí. <3

La suerte del color amarillo

Está bien. Me arrepiento de lo que dije hace unas semanas sobre “M train” de Patti Smith. Comencé a leerlo y aún sabiendo que, era un libro sobre nada e irónicamente, un tren a ninguna parte, no conectaba con lo narrado en lo absoluto.

Sin embargo, al ir avanzando y acostumbrándome a la idea de su propia lentitud, logré captar el romanticismo personificado en su adicción al café, y en su manera de vivir la vida que al menos a mí, sin haber leído ninguna de sus otras memorias, me resultó contradictoriamente improvisada pero a la vez llena de significado y con tendencias a los rituales, pero sobre todo, a la belleza.

“We want things we cannot have. We seek to reclaim a certain moment, sound, sensation. I want hear my mother’s voice. I want to see my children as children. Hands small, feet swift. Everything changes. Boy grown, father dead, daughter taller than me, weeping from a bad dream. Please stay forever, I say to the things I know. Don’t go. Don’t grow.”~ Patti Smith, M Train

Queremos cosas que no podemos tener. Buscamos recuperar un determinado momento, sonido, sensación. Quiero escuchar la voz de mi madre. Quiero ver a mis hijos como niños. Manos pequeñas, pies rápidos. Todo cambia. Niño mayor, padre muerto, hija más alta que yo, llorando por un mal sueño. Por favor, quedaos para siempre, le digo a las cosas que conozco. No os vayáis. No crezcáis. ~ Patti Smith, M Train

La comprendo tanto, especialmente en las últimas semanas en las que he escrito cartas a personas queridas sin intención de enviárselas y también, una oda a una lámpara de color amarillo que me ilumina todos los días. Amarillo, de los colores el más afortunado, como no lo vincularon a ningún sexo ni género, nadie le dice lo que tiene que ser, qué suerte la de él. Muy parecido a la letra e.

“Si quieres que te lo diga, siéntate, porque es largo de contar” y, al contarlas en voz alta salvaría del olvido todas las cosas que he estado recordando y sabe Dios cuántas más, es incalculable lo que puede ramificarse un relato cuando se descubre una luz de atención en otros ojos, él seguramente también tendría ganas de contarme cosas, se sentaría a mi lado, nos pondríamos a cambiar recuerdos como los niños se cambian cromos y la tarde caería sin sentir, saldría un cuento fresco e irregular, tejido de verdades y mentiras, como todos los cuentos”

Carmen Martín Gaite ~ El cuarto de atrás

Diseccionando este último párrafo te diría que, en principio, me parece ya de entrada desafiante admitir que me voy a tardar en contar la historia, porque muchas veces sin pretenderlo, me doy prisa al hablar ya que aprendí que irnos por las ramas es un rasgo odioso propio de la mujer.

Si pienso entonces en que, al contarlas en voz alta, salvaría a las cosas que conozco del olvido, me doy cuenta de que no callaría nunca. La paradoja está en el hecho de que, con frecuencia, mis sentimientos sobre esas mismas cosas sobrepasan la fuerza de mi voz como para siquiera seleccionar y pronunciar palabras en concreto, y por eso, supongo que escribo. 

(Pausa para pensar en todxs lxs que nos sentimos alguna vez o muy seguido, mucho menos interesantes y elocuentes de lo que pudiéramos ser comparadxs a la versión interior de nosotrxs mismxs)

Al menos, mientras intento no recurrir al auto-reproche por querer aburrirme una tarde y romper con el verbo ‘hacer’ por unas horas, me consuela saber que soy la luz de atención para otros ojos y me recuerdo, te recuerdo que, si quiero, si queremos, podemos ser el color amarillo.

El giro de la trama:

Busco reconciliación con la nostalgia que me producen los cambios, sobre todo los más pequeños, imperceptibles. Me digo que aunque pase un buen tiempo para que podamos abrazarnos con la misma tranquilidad de antes sin pensar en contagio, al menos el abrazo como recurso sigue existiendo.

No te rías, cosas igual de importantes están en la cuerda floja. Preguntaba hace no mucho qué pensabas sobre los sentimientos en extinción.

Al mismo tiempo, en cuanto a los cambios más grandes, aquí me ves señalando con mi dedo lo que no es tan minúsculo, que nos mantiene clasificadxs entre azul y rosa.

Todo el conocimiento acumulado de dietas, las calorías, las formas de bañador concreto para la forma de mi cuerpo, al que le asignaron de todas las frutas, la pera y, los artículos de “cómo retenerlo” de la revista que más adoraba y leí asiduamente desde los 11 años, por mencionar alguna de esas cosas.

Quizá es por esto por lo que queremos todavía contar calorías, para tener sensación de control ante los cambios, pero ni los carbohidratos se lo merecen, ni tú, que tienes toda la gama de colores para escoger, observar, comer y ser. Tal como un catálogo de alfombras.

Prosa Ojerosa

Minotauros y reinas: el origen del autoconcepto ruin

Así como el minotauro, mitad toro mitad hombre, el autoconcepto ruin es mitad hijo de la gordofobia y de cuan expuestxs hayamos estado a una crianza machista, o a una comparación constante contra filtros de Facetune.

Pero ¿qué es eso del autoconcepto ruin? Es un término que se inventa la autora de este texto, yours truly, para indicar el estado sostenido de desencanto con nuestros cuerpos.

En mi caso particular, jugando el doble rol de psicoanalista y psicoanalizada, habiendo nacido previa la existencia del www y del filtro fotográfico, el cóctel molotov se origina al crecer en un país de “mujeres bellas” porque éstas ganan coronas en concursos para las que son operadas.

Dichas reinas, son protagonistas de leyendas que hablan de comer lechuga y agua de piña por meses en una mansión con caminadoras eléctricas en línea donde hacen cardio día y noche, pero cuya recompensa (¡oh! recompensa) tras el calvario, siempre era en todo caso, la panacea, llegar a la televisión. Esto funda las bases para todas las habitantes del país, más o menos plebeyas, de todos los estratos; vivir la belleza como un deber. En Venezuela. Donde se ondea la bandera de la hermosura femenina con orgullo, por la mayoría.

Digámoslo claro, la mujer debe ser de todo menos dejada, dios nos salve. En temas del cuerpo, me pongo muy religiosa.

diosas-griegas-entre-flores
ante todo bellas y delicadas

Pero volviendo al punto, cuando digo que la belleza es un deber allí (pero no solo allí), también hay que aclarar que este deber, está totalmente vinculado al género, (adivinaste, al “femenino”), ¿por qué? Porque era o es de lo más usual ver a una pareja heterosexual compuesta por un hombre y una mujer no solo delgada, pero en perfecto cumplimiento de los requerimientos de esa disciplina que es la belleza:

Era común ver, en mis tiempos mozos (otra frase cuestionable), cabellos de peluquería, operaciones quirúrgicas, dientes blanqueados, tacones, cuerpo trabajado en el gimnasio y con frecuencia, no la misma correspondencia en el hombre.

El hombre, ¿tal vez está por encima de eso?, el hombre es merecedor de la mujer bella solo por saberla conquistar, en calidad de territorio baldío. En cambio, la mujer debe ser primero bella para merecer.

Momento embarazoso:

Por mucho tiempo creí que estadísticamente en Venezuela había 6 mujeres por cada hombre, porque alguien me lo dijo y no lo corroboré. Lo que justificaba «obviamente» por una parte la infidelidad y por otra, la “naturaleza” competitiva con respecto a la búsqueda y captura de un pretendiente, que es capítulo para otro día o, mejor dicho, harina de otro costal igualmente preocupante y plagado de bichos.

Me ha tomado muchos años entender el motivo de mi enfado para con este escenario. Creo que te sorprenderá, al igual que a mí, esta realización. Ya que es mucho más pragmática de lo que yo misma esperaba, en vez de emocional, que también.

Lo que en definitiva me irrita más, es CUÁNTO TIEMPO se ahorra aquel que no pasea sus pensamientos diarios por las dudas, la evaluación, y pasa su valor por un tamíz donde la interminable reforma y reconstrucción de su FÍSICO sea el principal indicador.

Convencida estoy de que, si toda la energía que ponemos en volver nuestros cuerpos adecuados cuando ya lo son, la usáramos en proyectos personales o profesionales para nuestra satisfacción, otro gallo cantaría. Ese otro gallo sabría entonar la mismísima melodía de la felicidad y bailaríamos, sí. No solo reinantes, sino triunfales, habiendo recordado que, todo es cuestión de luz:

Ver es la transformación en etapas sucesivas de una información que llega por medio de la luz a nuestros ojos. Todo lo que vemos es luz y la visión es nuestra forma de asimilarla.”

~Mercedes Halfon, “El trabajo de los ojos”

Por esta lectura en forma de prosa-poesía que es el ensayo barra memoria de Mercedes, es que recordé que, hemos de empeñarnos en asimilarnos como luz literalmente y dejar de vivir como sombras de tonos muy grises, muy mejorables, en necesidad de estirarnos para recibir los rayos del sol.

¡Ah, sí!, y persistir en ello, o como prosigue ella:

“La obsesión o la persistencia es eso: dibujar algo en el lado interno de los ojos”

Entonces, quizá, menos planes de piscina cancelados en mi juventud porque no me pillaron apropiadamente depilada, menos fiestas de bodas arruinadas por sentirme gorda y un tanto inadecuada (tratándolos como sinónimos) en un vestido que había comprado antes.

Más dejar a un lado la felicitación por el cuerpo pre-parto recuperado en semanas, más descartar el comentario de lo bien que se «conserva» ella como si la misión que nos corresponde en la vida es habitar en un frasco hermético lleno de vinagre, más tatuarnos “en el lado interno de los ojos” el amor que merecemos darnos sin que tengamos que hacer nada más para ganárnoslo.

¿Cómo lo ves? ¿Qué necesitas decirte o dibujarte hoy?

Prosa Ojerosa

PD: He vinculado aquí la cuenta @équita.género para que sigamos desaprendiendo las maneras en que los constructos sociales alrededor del género nos hacen todavía desiguales. Rocío Calvo hace una maravilla de trabajo educativo allí. Seguirla me hace sentir que uso Instagram para el bien 😊

También, he de decir que leí a Mercedes Halfon gracias a la editorial las afueras, quienes además me ayudaron a servir de esta lectura a una de mis destinatarias del mes de julio, muy a tiempo, en pleno caos de correos.

«Las ídolas» no existen y los adjetivos se prohiben

Hablaba con otra librana, sí, del signo libra.

(Media audiencia cierra la publicación)

No, espera, no te vayas. No voy a hablar de astrología porque sé más bien nada. Decía que hablaba con ella, con quien comparto mes de cumpleaños, y comentábamos lo curioso que es que, no podíamos recordar alguna otra “librana” que nos cayera del todo mal.

Entonces, sin que fuera ese el plan, comencé a hacer autocrítica afirmando que en el fondo quizá lo que sucede es que somos un poco “queda bien” y digo un poco, por no generalizar. Me explico, en la dichosa búsqueda de la balanza tendemos a posicionarnos tan “equilibradamente” que, terminamos expresando una no-opinión y sí, claro, puede ser que, quedándonos con la simpatía de todos los participantes de la conversación, pero también con el riesgo de pasar más desapercibidas o sin querer, cediendo donde no hemos pretendido hacerlo.

Pues resulta que, he leído esta semana que no estamos del todo erradas en usar esta estrategia, puesto que según indican las evidencias:

“Los hechos no nos hacen cambiar de opinión, la amistad sí”.

Esto lo he tomado del artículo de James Clear “Por qué los hechos no cambian nuestra opinión” y solo voy a decir al margen de todo, lo más objetivamente posible, que estoy completamente obsesionada con su contenido y cada vez que le leo, siento que bebo sabiduría.

Y aunque todo ese artículo hace “click” y entiendo cerebralmente las razones por las cuales queremos encajar, ser parte de una «tribu», etc., no puedo evitar pensar que por ser como soy, y por otras que sean como yo, hay menos ídolos femeninas en esta vida.

(Onomatopeya de frenazo de llanta sobre el asfalto)

Amigxs, la palabra ídola no pertenece a la lengua formalmente, sigue siendo un sustantivo epiceno y por tanto, así nos quedamos. Con los ídolos, las víctimas, los búhos, las iguanas, el cónyuge, la persona, la musa y el genio.

A raíz de ésto, quería mencionar que tengo aquí a mi lado, un libro de bolsillo de 83 páginas que Belén Gopegui titula «Ella pisó la luna, ellas pisaron la luna», el cual en realidad está conformado por el texto de una conferencia. Dicho ‘librito’ que de pequeño solo tiene el tamaño porque la idea que encierra me parece enorme, necesaria y estremecedora, es la historia no escrita de todas las mujeres de nuestras vidas que debemos en cambio, indagar.

«Sabemos que hay quien piensa que las palabras no son importantes (…). Y el hecho es que la palabra hombre puede ser genérica y puede no serlo, mientras que hay expresiones que siempre lo son. Y que para decir humanidad se utiliza la expresión mankind, algo así como la especie del hombre. El hecho es, también, que aun cuando fueron hombres quienes pusieron los pies en la Luna, esos hombres forman parte de un tejido inextricable de seres, y sin el lenguaje que les enseñaron, y sin las personas que los alimentaron, abrazaron o hicieron cálculos en una mesa, no hubieran llegado a ninguna parte (…). Tal vez en la próxima placa seamos capaces de contárselo a las civilizaciones extraterrestres que acaso no existan.»

Belén Gopegui

Y continúa, ya casi hacia al final:

«Ninguna justificación hace falta, desde luego, para decir «mis madres» en lugar de «mis padres». Ninguna voluntad, tampoco de esconder a los padres, como antes no la había, de esconder a las madres. Se trata de que las palabras ayuden a ver lo que hay en lo que hay, cuando eso sigue siendo, todavía, menos visible. Quizá tras el conocimiento de esta y tantas otras vidas, podamos no solo usar a veces la expresión «mis madres», sino que hacerlo no resulte chocante, ni siquiera militante».

Belén Gopegui

Los adjetivos prohibidos

Es así como la ‘equilibrada’ persona que soy, y que visto para ir al trabajo todos los días, siempre se cuida de las palabras que utiliza, cómo las utiliza, intenta no ser confrontativa, pesada, ni tampoco parecer histérica ante ninguna situación, ¡que los ángeles te amparen de ser radical, o imparcial!. No.

Dudo que callándonos y siendo del todo sutiles o ecuánimes, logremos hacer mella. Si borro todo lo que he dicho en los párrafos de arriba para buscar aprobación, probablemente acabe recopilando mucho de esta pero a expensas de diluir el mensaje.

Te propongo un ejercicio: cada vez que te encuentres odiando a un personaje femenino de la realidad o ficción, pregúntate cuál de los anteriores adjetivos prohibidos la describe.

Por ejemplo, se dice del director de la película «El Diablo viste de Prada» y del famoso personaje de esa película, Miranda Priestly que, él no quería tomar el trabajo de rodar y trasladarla a la pantalla grande porque en muchos escenarios del libro se terminaba «castigando» o «humillando» al personaje cuando en verdad debemos agradecer la excelencia. Alguna vez te has preguntado:

«Why do the excellent people have to be nice?»

«¿Por qué la gente excelente tiene que ser agradable?» – David Frankel

Y la verdad es que,

«Nadie nos dijo nunca [a las mujeres] que tendríamos que estudiar nuestras vidas como si fueran historia natural o música»

Adrienne Rich

Mucho me temo en ese caso, que si continuamos de discreción en discreción, con disimulo y tan neutral juicio, es una afirmación que nosotras mismas estamos prolongando en el tiempo.

Mucho me temo que yo, que estuve a punto de no escribir nada de esto, por no querer parecer, insinuar, molestar, lo publico y tal vez un día no vaya contra «mi naturaleza» hacerlo. Todo por que esté flotando una pregunta en segundo plano que diga ¿quién soy yo para…? porque de eso se trata, de ser.

PROSA OJEROSA

PD: ¿Quiénes son tus personajes femeninos odiosos / rompedores favoritos? Se me ocurren así de entrada… Lady Macbeth, Cersei Lannister, «La novia» de Kill Bill.

La trampa de la mejor versión de ti

Lo he visto recientemente en la tele, pero ya no recuerdo en dónde, a pesar de que fue hace solo unos días.

Afirmación reveladora: tanto en un cuarto con demasiada luz como en un cuarto con demasiada oscuridad no verás nada. Necesitas de las sombras y de la claridad para poder ver.

Necesitas de las sombras. Esa frase se filtra dentro, como una humedad en el techo.

Entonces, mi cerebro hace conexiones extrañas que me llevan a pensar en las resoluciones del nuevo año, que al ser una práctica contagiosa y potenciada por el cambio no únicamente de año sino de década, nos deja completamente obcecados con ponernos al día, no fallar, demostrar. Queremos olvidar las sombras, hacer que no existen, que no se volverán a presentar para obstaculizar nuestras metas.

Y es así como yo, de madre Virgo y con mi propia pericia para exigirme, para comerme las uñas si tengo una presentación importante, ganarme un tic en el ojo por razones que solo mi subconsciente conoce y mortificarme por eventos tan en el futuro que ni Nostradamus ha escrito sobre ellos, he amado siempre las resoluciones.

Primero que nada, no hay nada que odiar, todo empieza con hacer una lista, que es ya de por sí altamente satisfactorio en mi caso y, para resumir, activan mi parte más “Cónsul” de todas (si no sabes de qué te hablo, te lo explico en el siguiente párrafo). Aquella parte que es responsable hasta el tuétano, que debe cumplir a toda costa, que debe mejorar y conseguir.

Abre paréntesis, hace un tiempo tomé el test de las 16 personalidades que es una herramienta completamente gratuita, de contenido generoso y diseño agradable basada en los indicadores de personalidad Myers-Briggs, que por una vez (¡viene un giro en la trama!) no son dos señores de la Psicología, sino Katherine Briggs y su hija Isabel Myers-Briggs quienes los crearon en los viejos años 20.

Dicho esto, y por más placentero que nos resulte a nosotrxs lxs sobreestimadores, la mejor versión de ti quizá no sea la que no falta ni un solo día al gimnasio, sino la que quiere a su cuerpo por todo lo que le permite hacer fuera y dentro de ese establecimiento.

La mejor versión de ti no es la que ha leído un libro por semana sostenidamente, sino la que fue capaz de recordar lo que leyó para propagar ese otro tipo de intercambio de información.

La mejor versión de ti tal vez no está rodeada de gente, pero a lo mejor sí practica desterrar la envidia y la comparación con frecuencia, tejiendo redes de formas distintas a las aprendidas.

La mejor versión de ti quizá no tenga que ver con beber más agua, crear más, ganar más o en definitiva hacer más, pero a lo mejor sí que incluya escoger bien, conocerte mejor y apuntar al blanco. Rescatarte de las garras de la situación en que año tras años ‘no has hecho suficiente’ porque mira otra vez ‘en qué cajón terminó tu hoja de objetivos’, ‘tu agenda inacabada’, ‘tu yo culpable’.

Como propuesta, partamos por reconocernos lo vivido como actos de pura voluntad, porque a veces solo vivir resulta difícil.

Hagamos inventario de lo que sí antes de machacarnos con lo que no, para alzar velas desde un sitio más grato en el que zarpemos habiendo escogido un objetivo de manga ancha, contando con las sombras, uno que tenga un por qué tan grande que se te ilumine la cara de pensar que lo rozarás con los dedos.

Uno que encierre exclusivamente lo que tú piensas de ti y no tu percepción de lo que otros puedan estar viendo. ¿Ves cuán loco suena?

Bien lo dijo Deborah Levy en “El coste de vivir” (una de mis autoras favoritas descubiertas en 2019):

“Convertirnos en la persona que otro ha imaginado por nosotros no es libertad, es hipotecar la vida por el miedo ajeno.”

Deborah Levy

¿O es que te has preguntado ya por qué pasas esa resolución del 2015 al 2016 y del 2016 al 2017, para llegar hoy? Es porque, ¿se supone que ya deberías haber alcanzado un___, llegado a___, conocido el ___, obtenido la ___? ¿Eres tú quién está detrás de todas esas suposiciones?

“They tell themselves that this is the year things will happen, never realizing that things are always happening; they’re just happening without them being aware.”- S.D. Hutchinson

«Se dicen a sí mismos que este es el año en que este es el año en que las cosas pasarán, nunca dándose cuenta que las cosas siempre están pasando, simplemente están pasando sin que ellos sean conscientes.» – S.D. Hutchinson

Prosa Ojerosa

PD1: ¿Eres de tener muchas resoluciones o de apuntar y conquistar?

PD2: Hoy 2 de enero voy a hacer stock de lo alcanzado para sentirme orgullosa de ello, voy a contabilizar meramente lo bueno, con la finalidad de llevármelo en la maleta de mano. Voy a tomar una resolución que es la de no escribir nada en la hoja sobre el qué voy a hacer, pero sí sobre el cómo me voy a sentir cuando lo logre, siendo ese mi mayor y más importante filtro. ¿Lo intentamos mejor así?

El antienvejecimiento y el arroz pasado

Me ducho por la mañana y al salir, en algún momento entre las 6 y las 7, frente al espejo empañado y mi cuerpo goteando, abro el cajón desastre de mis cosas de uso diario mezcladas entre bolsos pequeños de viajero sin desempacar y algunos pelos de cepillos mal ubicados, maldigo mentalmente el cajón que me recuerda que no soy la persona ordenada que quisiera ser.

De él extraigo un bote de crema para la cara, la que le sienta bien a la piel después del vapor a la que la someto, y de la que no me hacía falta cuando tenía 16 por el colágeno y la grasa natural, las hormonas, la lozanía y todas las sustancias que te vienen advirtiendo se agotarán.

Ya adivinarás lo que pone en la etiqueta porque lo escribí en el título e instantáneamente pienso, ¿es realmente algo tan malo digno del prefijo ‘anti’?

Oponernos a lo que sabemos que es nuestra trayectoria vital, cuidar nuestra alimentación para llegar a la edad, pero sin aparentar tenerla, ser saludables para vivir una larga vida en la que no podemos ser viejxs.

¿Qué afán es ese cuando amamos a tantos viejxs?, cuando las mujeres y hombres mayores de nuestra vida son los protagonistas de nuestros mejores recuerdos o con suerte, nos regalan algunos de los mejores momentos del presente, cuando de manos arrugadas y manchadas puede que hayamos recibido un cariño que no pudimos encontrar en nadie más, cuando envejecer es cada vez conocerse mejor, como en el caso de Grace:

“I hate poetry, I rather read my divorce papers”

«Odio la poesía, prefiero leer mis papeles de divorcio»

Grace, de la serie Grace & Frankie

Si tienes una cuenta de Netflix y no lo has hecho ya, dale una oportunidad a esta serie. Ellas me hacen querer que la ficción sea real.

«Subí otra libra hoy, pero creo que es una libra de conocimiento» – Frankie Bergstein

Y el mencionar del peso, me trae al Día Internacional de la lucha contra los Trastornos de la Conducta Alimentaria, que fue el sábado pasado y que, sin más, me transporta a otro día en específico.

El día que aceptamos la obesidad como un fracaso, el de sabernos cuidar.

El día que dijiste que el que está gordo es porque quiere.

El día que concedimos la venia para que nos evalúen “la salud” de un vistazo. Ese día, creo, se ha alargado demasiado. Táchalo, no ocurrió en un día.

Seguimos llevando con orgullo la camiseta de “soy la foto del ‘Antes’, espera y verás”, y sin pensar, estamos sirviendo de ejemplo, nos atormentamos entre todxs para entrar en PANTALONES de hace unos años porque de alguna manera, hemos llegado al punto en que no está bien fluir y ser diferentes a la versión de nuestra juventud. Porque estamos convencidxs de que esta nueva versión física no puede ser. Pero la mental, ¿sí?

Existe por allí, una edición de “El Viejo y el Mar” de Ernest Hemingway, ilustrada por Salvador Dalí y aunque, este no es precisamente un libro que recomendaría, se lee en un soplo y sí que me encantó la manera en la que habla de la antigüedad y ‘el hacer de siempre’ como algo respetable. Aunque otros opinen distinto:

Peor libro de la vida. ¡Vuelve a tirar el puto pez, joder!

(inserta risas enlatadas)


“También sabía que le tomaría tiempo aclimatarse a este nuevo mundo que había venido sobre él. Toda su forma de pensar, su forma de ver las cosas, la forma en que respiraba, la forma en que movía su cuerpo: necesitaría adaptarse y repensar cada elemento de la vida. Y para hacer eso, necesitaba reunir todo el tiempo que existía en este mundo. No, tal vez el mundo entero no sería suficiente. … “Tengo abrió los ojos. El tiempo comenzó a fluir nuevamente en el mundo.”

1Q84 – Haruki Murakami sobre el encuentro entre Tengo y Aomame

Sin pensarlo dos veces, 1Q84 es el libro más largo que he leído, 1320 páginas de Murakami es mucho Murakami, pero a veces la atemporalidad es lo que estás necesitando. Tal vez, el encuentro de dos personas que no son de una edad y que no coinciden en el tiempo, es un alivio.

En esta trilogía, donde según los fanáticos del autor, los personajes se pasan el 12,5% del tiempo cocinando arroz, también busco exclamar en alto que el concepto del arroz pasado no existe para las personas, que el arroz es un alimento y que hay a quienes nos gusta algo apelmazado.

PROSA OJEROSA

PD: Muchxs que conozco, incluida yo, hemos hecho cosas en nuestra vida para estar ‘a tiempo’, para no llegar tarde a una convención, a un estándar. Puede ser cualquiera de éstas o varias: Estudiar algo que no era, buscarse un novio cualquiera, quedarse con el novio cualquiera, tener una relación seria como sea, prometerse, casarse, tener el primer hijo, el segundo hijo, ‘recuperar’ el cuerpo post-parto y así en una hilera hasta un gran etcétera. Sabiendo que, estás intentando llegar a una fecha acordada con nadie, a una cita con el destino que no buscabas, te regalo este post-data como la excusa para dar plantón al compromiso adquirido.

Algo me dice que no hay ‘estabilidad’ ninguna donde no encuentras satisfacción, en cambio, si es ella la que nos guía,  y un día nos encontramos muy viejxs para cuando llegue el momento, nos podremos reunir en un futuro a la sombra, al cobijo de todos esos otros motivos por los que sí hemos vivido. No sé si me llego a explicar del todo, pero ese pensamiento me alienta.

¿Compartes un pensamiento alentador conmigo?

Los lunes, portarse bien y la paradoja de la resignación

Ocurre de vez en cuando que, estás navegando tranquilamente, deslizando el contenido que generalmente tanto te gusta leer y te topas con un texto largo acompañado de muchos comentarios y ‘feedback’ positivo. Lo expandes para sumergirte en la historia y todo va bien.

Las palabras son agradables y bien utilizadas, puntos y comas donde deben ir, cadencia, buenas ideas, del tipo que necesitamos escuchar más seguido, por lo general alentadoras y de repente, lo ves. Justo en el medio de una línea, esa que habla sobre no tener que ser super mujeres, afirma también que el movimiento ‘body positive’ horroriza por su connotación de llamado a la resignación.

¡Bruuuuurrrr! se desatan las abejas, el enjambre de la mente, las ganas de comentar, el detenerse, pensar. Mejor lo anoto para escribir con la mente en frío, “¿body positive resignación?” apunto en el bloc de notas.

Sí, con signos de interrogación. Porque lo dudo, dudo que un movimiento que es inclusivo sea resignarse. Todo apunta a que, como sociedad, tras décadas y siglos de una convicción, cualquiera que sea, sea el matrimonio heterosexual o sean los cuerpos delgados “la norma”, nos cuesta la vida volver a incluir.

Me cuesta creer que sea resignación cuando hay que librar una batalla con la mente muchos días para aceptar que eres diferente a esa norma, que hoy no te felicitarán por verte más “sana” o quizás más “repuesta”. De hecho, creo que es lo contrario a resignarse.

Cambio de escenario y ahora estoy en la parada del tranvía. A plena luz del día, cerca de las 6 de la tarde. Ella está sentada en uno de los bancos con todo el atuendo deportivo puesto, llamativo, escucha música con cascos grandes, una coleta bien alta y sobre las piernas, un tupper. Lleno de pechuga de pollo desmenuzada. Lo mastica con ahínco, y a veces entre bocado y bocado, se le escapa en voz alta, la letra de la canción que oye.

Supongo que, a esto llaman no resignarse. Sin duda ella es la personificación de alguien determinado. Porque está convencida de que puede cambiar su cuerpo, si come las meriendas a las horas pautadas, si dedica tiempo al gimnasio y si al fin de cuentas, el total de calorías ingeridas es menor al de las quemadas.

Y no se equivoca, lo conseguirá. Porque todo lo que nos proponemos lo haremos y porque, en el camino recibirá la validación interna y externa que estamos acostumbrados a recibir cuando nos estamos ‘portando bien’.

No me malinterpretes, sé que ejercitarnos nos trae múltiples beneficios, a corto y largo plazo que yo misma he experimentado, tanto al salir de una clase de yoga caminando en una nube, así como al correr unos kilómetros con el fuego en las mejillas. Sin embargo, no me digas que no hace falta ser una super mujer y al mismo tiempo, que no sea conformista con mi cuerpo.

No me digas, que no tengo que ser la mujer maravilla, pero alabes el estilo de vida de la chica del tupper lleno de pollo en el tranvía, porque en secreto es lo que estamos haciendo cuando un movimiento de aceptación de nuestros propios cuerpos nos “horroriza”. Afirmar que, si no estamos dispuestxs a cambiarlo, algo está mal.

¿Qué nos ha convencido de que merecemos desear “ponernos serios” cada lunes?

Lo he visto claro al escuchar el episodio número 168 del podcast ¿De qué tiene hambre tu vida? de Ana Arizmendi entrevistando a Raquel Lobaton, sobre Nutrición Incluyente. Me ha hecho mucho bien y tengo muchas ganas de que se haga viral, que nos lo hagamos escuchar unxs a otrxs, tantas veces como haga falta, pues me ha marcado un antes y un después en la comprensión sobre lo que es habitarnos y ser amables con nuestras partes.  Si llegas a escuchar este podcast, también puedes aprovechar de escuchar, el último episodio con Desnúdate Autoestima Corporal, o de paso ya seguirlas, tanto a entrevistadoras como a entrevistadas porque sólo saben dar y construir.

“Fuera de esos raros momentos de lucidez en los que se me aparecía el lado sórdido de la enfermedad, me vanagloriaba de ella. Me repetía que era bueno actuar contra mí, que tanta hostilidad hacia mí misma me resultaría saludable. Recordaba el verano de mis trece años: era una larva de la que no salía nada. Ahora que ya no comía, tenía una intensa actividad física y mental. Había vencido el hambre y, en adelante, disfrutaba de la embriaguez del vacío”

Esto dice Amélie Nothomb en su “Biografía del hambre”, que es a la vez un libro autobiográfico sobre su padecimiento con la anorexia, continúa:

“Aquel modo de vida jansenista -nada en todas las comidas del cuerpo y del alma- me mantenía en una era glacial en la que los sentimientos ya no crecían. Fue un respiro: había dejado de odiarme a mí misma.”

Quizá amor hacia nosotrxs mismxs es de lo que nunca deberíamos perder el apetito. Tal vez sea lo que debería preocuparnos. O, aprender a portarnos bien tenga muchos otros significados, como cuando nos hacían probar el brócoli de pequeñxs y nos celebraban sólo ese hecho.

¿Por qué limitar cada vez más lo que comemos y cambiarlo por los super alimentos del momento, desconfiando del resto de ellos como los posibles sospechosos en una escena del crimen? Cuando bien podríamos probar un platillo de cada país del mundo en menos de cuatro años, así como lo hizo Sasha Martin (sólo en inglés). Con el único deseo de que, Ava, su hija, comiese bien y amara el mundo.

¿Por qué no querer eso para ti?

Estoy convencida de que todo está en los por qués y en el quién ¿quién serás cuándo cambies tu cuerpo? Me temo que al igual que hoy, serás tú, y eso, es bueno.

PROSA OJEROSA

PD: ¿Era una paradoja? -preguntó Mr. Erskine-. Creía que no. Quizá lo era. Bueno, el camino de las paradojas es el camino de la verdad. Para poner a prueba la Realidad, hay que observarla en la cuerda floja. Cuando las Verdades se vuelven acróbatas podemos juzgarlas.

El retrato de Dorian Gray, Oscar Wilde

3 maneras de escapar de la mujer perfecta

Benditas las horas de ayuno que me nublan la mente lo suficiente como para escribirte sin miedo al que dirás, sin miedo a que me juzgues. Quizás lo has intentado alguna vez, y si no, te lo recomiendo, para mí es una experiencia nueva y emocionante. Se trata de intentar escribir unos minutos, sin siquiera tomar café o cepillarte los dientes, y también sin pensar en lo que estás escribiendo.

Esa frase que te he puesto en cursiva al inicio de todo, la he escrito durante esta práctica, en modo automático, en medio de otras tantas que no tienen sentido y no son bonitas, pero esta me pareció rescatable. Y la verdad es que, así vamos, sacando con pinzas, puliendo, presentando la mejor cara, que no se sepa, que no se escuche. Yo la primera culpable, en desgastarme intentando aparentar un status quo y una agraciada tranquilidad y por qué no, una ‘perfección’ que nunca ha existido ni existirá.

Por eso, cuando me pongo a observar mi galería de fotos en el móvil y también las que publico, llega a asombrarme que, desde hace muchos años, un alto porcentaje de lo me atrae fotografiar suele estar alejado de lo tradicionalmente bonito, y te diría en algunos casos, es hasta un poco decadente.

Los tres motivos

Hay un motivo por el cual me gusta lo decadente, que es por lo que en mi perfil siempre habrá papel arrugado, manchas, pintura escarapelada (me encanta esta palabra, aunque no la encontré en la RAE) de las paredes, lo vintage o directamente, lo viejo. Y ese motivo es que me aporta equilibrio, me enseña, me recuerda que hay capas de pintura detrás que no se ven, pero están y que son las otras que fui o mis fragmentos menos visibles y que sólo los que se queden a mirar por un rato largo, sabrán que están allí.

Hay un motivo por el cual Prosa Ojerosa es el nombre de este emprendimiento. Más allá de que mi pareja insistiese que tenía que haber algo de mí misma en el nombre, aunque yo me negase a “protagonizar” (¡oh no! la palabra prohibida) y que, tras no querer escucharle, hiciese una encuesta de Instagram en mi cuenta personal solo para corroborar que él tenía razón y que es el nombre que más gustaba.

Y ese motivo es que, tenía que haber una falla, un desperfecto, algo que venir a reivindicar como mío, como nuestro y que está bien solo porque así soy, muy defectuosa, a mi pesar o para mi alivio, porque no concibo mi cara sin ojeras y aun cuando uso corrector por las mañanas, me enfado si alguien decide ‘photoshopearlas’ o usar el efecto “belleza”. Son mis contradicciones y ojalá algún día sea tan defensora de mis kilos demás, arrugas y futuras canas , como soy hoy de mis ojeras.

Porque no soy mi cuerpo, él me habilita, y están todos esos proyectos fuera de él que quiero llevar a cabo.

Hay un motivo por el cual no confío en las personas que nunca dan me gusta a otros en las redes sociales, y quien hizo que lo entendiera fue Claudia Donoso de @mentesenforma. Ese motivo es que, quienes no son capaces de expresar ni con un click que aprecian un texto o una foto es porque se encuentran en una mentalidad de carencia. Por el contrario, quienes no sólo dan ‘me gustas’ sino que proveen de comentarios, críticas a puerta cerrada y comparten el trabajo de quien les inspira, son quienes terminan siendo fuentes de inspiración. Son abundantes y dan, porque les sobra. Les sobra aprecio en forma de palabras, de palmaditas en el hombro o de ‘clicks’ y saben, que por el solo hecho de manifestarlo, no se acaba.

¿Cómo es que logramos crear una competencia con alguien que ni siquiera conocemos? No lo sé, lo que sí sé es que somos los mejores cinematógrafos para menoscabarnos, ya que las peores películas de terror de las que somos capaces, nos la pasamos sin cesar por la cabeza.

Así que no, huye.

Los tres escapes

Huye de sentirte menos que amado, huye de sentirte solo estando en pareja, huye de menospreciarte por cualquier motivo. Me refiero al siguiente diálogo mental:

“Cuando la veía cepillarse el pelo o agacharse a recoger un libro del suelo, recordaba su belleza como el pasaje aprendido de memoria en un manual. Verdadero, pero sin importancia inmediata. Y podía imaginarme a mí mismo bajo su mirada como corpulento y tosco, una cachiporra biológicamente motivada, un gigantesco pólipo de mediocre lógica con el que ella se había relacionado por error.»

Ian McEwan – Amor perdurable

«Amor perdurable» es en apariencia una novela inofensiva sobre la vida conyugal, que te da de sartenazos como Tom a Jerry.

En serio, por el contrario, celébrate, aunque suene a comercial de compresas. Piensa en ti con bondad, aliméntate de las palabras que te den energía. Desde que leí este párrafo, ésta para mí es una de ellas:

“Reconozco que recuperar el término solterona es una tarea monumental. Mi objetivo es más modesto: ofrecerlo como palabra clave para designar el hecho de aferrarte a esa parte de ti que es independiente y autosuficiente, estés soltera o en pareja.

Si estás soltera, ya sea por no haberte casado nunca, por haberte divorciado o por haber enviudado, puedes llevar la palabra solterona como un talismán, un recordatorio constante de que estás en muy buena compañía; de hecho, formas parte de una larga y noble tradición de mujeres, pasadas y presentes, que vivieron o viven a su manera.”

Kate Bolick – Solterona

«Solterona» es uno de los libros más bellos que tengo y de los que más he aprendido. Un tesoro con páginas negras editado por malpaso. Seamos solteronas siempre y seamos amigas, de las de verdad, ya que estamos. Roxane Gay nos da los mandamientos:

“1. Abandona el mito cultural de que todas las amistades entre mujeres tienen que ser maliciosas, tóxicas o competitivas. Este mito es como los tacones y los bolsos: bonitos pero creados para PARAR a las mujeres”

Roxane Gay – Mala Feminista

Escapa y que nada te detenga, especialmente de todo eso que te dices constantemente que aún no eres. Y de los tacones también, si te duelen los pies.

Entonces, ¿cómo vas a escapar? dímelo abajo.

PROSA OJEROSA

PD1: Si sientes que necesitas ayuda para volver a centrarte en lo memorable, te dejé 8 preguntas que te ayudarán.

PD2: Dudo que no la vieras ya, porque es más vieja que el hambre. Pero aquí te dejo la conferencia TED de Roxane Gay, simplemente porque me encantó volverla a ver.

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