Mi abuela materna era una mujer pequeña y cándida. Cuando el presentador del noticiero decía “Buenas noches”, ella lo saludaba con un “Buenas noches, hijo”
Leila Guerriero, «Teoría de la gravedad»
Entrañable. Como mínimo enternecedora, esa frase. Y me ha hecho pensar en la relevancia de parecernos a una mujer como ella, no tanto por su candidez sino por su implicación.
En un año en el que hemos tenido “el lujo” de ser hiperconscientes de su longitud y otras muchas veces, nos hemos sentido obnubiladxs por esta misma duración, me parece oler en el aire un aroma inesperada, una que, por definición de todas las aromas, nunca ves venir. Me refiero al aroma de la apatía.
Dime por favor si en algún momento de este trimestre, has sentido que te invadía o si son imaginaciones mías y que en consecuencia solo estoy, como hace cualquier ciudadana de a pie, extrapolando mis propias emociones. Tal parece que mientras más acontecimientos ocurrían, por un momento o por varios, nos sentimos, (me sentí pues) entumecida e insensible e incapaz de hacer algo más que responder autómata a las responsabilidades, a la programación habitual por la que me pagan.
Entonces, recurriendo a las palabras me di cuenta de algo atroz. Sin precedentes. La lengua nos falla para combatir este mal de mundo. Solo hay tres antónimos, obsérvalo tú mismx:

Quiere decir que ante tal desprotección y en una batalla donde los sinónimos nos ganan en número, espero logres sentirte aunque sea la mitad de días, como parte del bando ganador solo por seguir de pie.
Sin querer queriendo, me pasó algo que no planifiqué. Probar algo nuevo. Que es algo que nadie te advierte y que tendrás que buscar hacer por tu propia cuenta una vez creces; lo nuevo se vuelve escaso, escurridizo y a ratos atemorizante, por mucho que cueste admitirlo.
Esto nuevo que he probado quizá sea una opinión poco popular, pero es una que estoy dispuesta a sostener, aquí va: a pesar de que por años y años he sido usuaria premium de Spotify, siento que nunca llegó a conocerme lo suficiente y si necesitamos que algo funcione en esta vida es el algoritmo de nuestros proveedores de música, amén.
Hemos roto.
Así que probé Deezer, que es una app o ‘apepé’, como dirían algunxs contemporánexs…

…para escuchar música.
Resumiendo, Deezer ha sabido quién soy con muchos menos me gustas y listas de mi autoría, con mi indiferencia y escepticismo, sin mi dinero periódico, me recomendó canciones que le hablaron a mi yo más estresado, impasible y desalentado. Esta fue una de ellas. No hace falta saber portugués para entender cuando algo se siente bien. Mi parte favorita es cuando dice:
Quem canta seus males espanta
Lá em cima do morro ou sambando no asfalto
Eu canto o samba-enredo
Um sambinha lento e um partido alto
Así es como muy poco a poco, tirando de los libros antes de dormir, de playlists ensambladas por extrañxs y recomendadas por los infames algoritmos, así como del poco placer que pude recabar cuando no podía recordar más definiciones que me ampararan, fui recobrando el ánimo, que inestable y en un hilo, te presento aquí.
¿Cómo te ha ido a ti?
Prosa Ojerosa
PD: En el mismo día que yo preparaba esta entrada, una escritora estadounidense que se llama Haley Nahman, escribía esto:

Lo anterior me pareció extremadamente bonito y sentí la imperante necesidad de decirte que así estés en la etapa de ser la nevera o dejar todo derretir, estás bien, porque ser nevera justo ahora no quiere decir que no derretirás en algún momento y estar derritiendo en este momento, no es señal de que no congelarás de nuevo. Lo afirmo como si supiera y por mi misma necesidad de escucharlo.
(Puedes compartir esta entrada usando alguno de los botones que tienes aquí):