Los 3 actos de un ‘flashmob’ que salvó el planeta

PRIMER ACTO: Eres visionarix

Tengo que admitir que la semana pasada he buscado escapar, para eso, he estado visualizando «un mundo ideal».

Tan sólo imagina. Un mundo donde el estado de madurez perfecta de los aguacates no es de horas, sino de semanas.

Es el mismo mundo donde, no quedamos a las horas en punto, sino que nos citamos para vernos a las 10:03 y así, estoy convencida, apreciaríamos más nuestros propios minutos y los ajenos.

También, en los autobuses de este mundo hipotético, en el momento en que lxs chicxs jóvenes ofrecen su silla a las personas mayores, todo se detiene y comienza un flash mob de gran calibre. Palmas, canción, baile, movimientos en secuencia, todo alrededor de la persona amable y civilizada.

Además, no existe aquel concepto de que las rayas te hacen más ancha, porque ser ancha no es un problema per sé. Así como tampoco lo es la pierna poco estilizada para “obligarte” a llevar tacón en el mundo empresarial. Con lo cual, estás yendo a trabajar en una camiseta de rayas blancas y negras, con zapatos cómodos a la par que “profesionales” y un perfume que yo compraría sin duda, por ser uno de mis olores favoritos en el mundo: fragancia de pan recién horneado.

A mi parecer, la proporción de trabajo versus placer está un poco desbalanceada en el mundo actual, por lo que, en el ficticio, las 8 horas diarias son algo del pasado. Y lo de lunes a viernes, también se está revisando. ¿Alguna propuesta?

Como leí en esta publicación de Cristina Bou Ponce:

“…Vuelvo en un rato, cuando haya hecho otras ocho horas en otro sitio haciendo cualquier otra cosa.

Vuelvo en un rato, cuando no haya tenido que ser cabal y adulta, cuando haya gritado y bailado de nuevo en la noche, y desconocido el amanecer…”

SEGUNDO ACTO: Eres suficiente

A fin de cuentas, es <cambiar el mundo>, la frase que ha hecho bien y mal a partes iguales. Agobiante tarea nada más empezar, y me remito a lo que nos enseñaron en el colegio, un objetivo principal no puede conseguirse sin objetivos específicos.

Pero sigues obviando que el proyecto no es “el mundo”, partiendo del todo. Tenemos que abordarlo quizás mediante su división en diferentes áreas que deseamos cambiar, pero, ¿cuántos somos? ¿con quién contamos para comenzar esta labor?

Oleadas de tristeza y desesperación te visitan cuando ves que siguen ocurriendo incendios, inundaciones, consumo desmesurado de plástico, muerte de ecosistemas, desigualdad, falsos sistemas de creencia de superioridad racial o de género, etc., pero sobre todo indiferencia.

No soy perfecta, me digo, ¿quién soy para creerme activista de algo? No tengo suficiente conocimiento para opinar, yo también contribuyo a la destrucción del planeta, ¿soy indiferente?, o ¿qué es peor? ¿soy sólo una activista de hashtag?.

En el caso de no encontrar punto de partida, me parece que Sara Caballería lo supo decir muy bien en esta publicación, confía en que eres más importante de lo que piensas.

Me hizo recordar a las mujeres que preparan ollas grandes de comida en barrios de extrema pobreza en Latinoamérica para repartir a cambio de nada. ¿Se paran a pensar en si están cambiando el mundo? No lo creo. ¿Lo están cambiando entero? No, pero sí a su escala.

Pienso en el trabajo de Women’s Environmental Network (WEN) quienes educan a mujeres y hombres en las zonas más desfavorecidas de Londres para ayudarles a recuperar el acceso a su propia alimentación y al cultivo de sus propios alimentos, así como también lideran campañas en pro de la menstruación sin plástico.

Supongo que todo esto puede resultarte muy local, y ya ni te digo el hecho de que yo, ya no use bolsas plásticas para llevarme la fruta ni tampoco compre tampones, esto no cambia nada, pero la chica de la caja del Caprabo nunca había visto que compraran frutas en bolsas de tela y ahora sí. .

Y, este señor que trabajaba conduciendo un camión de basura ¿se detuvo a pensar si revolucionaba el mundo? No lo parece, por lo que dice, era consciente de que había muchos niños sin acceso a libros a su alrededor y se puso en acción.

Acción. Qué palabra más corta, ojalá fuera tan rápida de ejecutar como de pronunciar. Lo digo yo, la reina del Netflix y la lectura de sofá.

TERCER Y ÚLTIMO ACTO: Eres sentimiento

Podría escribir una distopía con todos los escenarios negativos, con todos los sucesos que ya no son ciencia ficción y están pasando en tiempo presente, pero creo que construyo más, si apunto la luz hacia lo que podemos hacer como individuos que señalando todos los males que ocasionamos como raza humana.

Si como en este flash mob en Sabadell, cada quien va uniéndose a hacer “lo suyo” para terminar contagiando a otros, también tenemos que aceptar que, dentro de esos otros, esté la iniciadora, que deja la moneda, que estén los más lanzados que imitan los brazos del director, los que participen bailando o pretendiendo saberse las letras, o bien, los que en el climax, sólo hagan vídeos sonriendo complacidos.

No, no soy tan inocente para pensar que el activismo y la acción en sí misma, hagan la misma falta que una presentación improvisada de música clásica en una estación de tren. Pero primero “el sentimiento como catalizador”, como dice Caroline Lucas, diputada del partido Verde de Inglaterra y Gales:

“No sin esperanza. La esperanza es un catalizador poderoso, mucho más, en mi opinión, que el miedo. Y si nuestro fracaso para apreciar el medioambiente y protegerlo de la destrucción me llena de frustración y a veces de desesperación, mi esperanza, como Petra Kelly diría, no es mansa ni débil. Es insistente e intensa…”

«Por qué las mujeres salvarán el planeta» – Varias autoras

O como lo pone Dr. Seuss en su libro “The Lorax”

“Unless someone like YOU cares a whole awful lot,
Nothing is going to get better. It’s not.” 

PROSA OJEROSA

PD1: Visita los enlaces para potenciar la lectura de esta entrada.

PD2: ¿Qué pinta tiene tu mundo ideal? Cuéntamelo abajo.

2 respuestas a «Los 3 actos de un ‘flashmob’ que salvó el planeta»

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