Escribir da miedo porque desenreda los nudos de la cabeza, los espaguetis que con elegancia llamamos sesos, se vuelven menos enrevesados y entretejidos, y se despejan caminos que luego hay que transitar, porque como sucede con todo lo visto, nunca se puede «desver».
Da miedo también porque hacerlo es enfrentarse a un deseo que se alcanza de a poco, como recoger setas cuando apenas ha llovido, y que inclusive tras haber acumulado lo que pareciese un buen abasto de palabras, en un momento dado, puede sentirse similar al aire que atajas cuando intentas pillar una imagen 3D con las gafas puestas. Es un acto de fe que requiere mucha de esta última, y que te enfrenta todo el tiempo a la pregunta para qué.
Para qué estoy haciendo esto, quién necesita más opiniones en el mundo, por qué creo que mi voz es importante. Es como dice Kathy, el personaje de la novela “Crudo” de Olivia Laing (el último libro que abandoné):
“Todo era siempre lo mismo, era el mundo hablando. No tenía sentido odiarlo, o sí, lo odiabas, pero hacerlo era más de lo mismo, sumar otra vocecilla petulante a un coro indecentemente multiplicado.”
La verdad es que sí abandono libros, a veces con la convicción de que volveré a ellos o como en este caso, con la certeza de que volveré a la autora. Pero eso no es importante en este momento.
Cuando nos preguntamos, o en este caso, cuando me pregunto para qué escribir, se me parece demasiado a otras preguntas que quizá parezcan igual de absurdas: para qué ver una película, para qué ir a un concierto, para qué tener esta conversación. Y si me instas a responder: para experimentar el proceso.
Para, como dice Patti Smith, rescatar un pensamiento fugaz del peine del viento.
O más mundanamente, para apuntarlo antes de que se vaya. Antes de que se diluya en el tamiz más rápido del mundo. Poseer esto o aquello. Aunque esto o aquello sea “solo” una idea, y ni siquiera termine por ser tuya en realidad.
Por la satisfacción de la purga verborreica. El proceso de observar, hacer de cualquiera un personaje.
Para admirar una cosa, o un par, o un millón.
.
“Porque el mundo parece tan feo y entonces, hay belleza. ¿No es eso de lo que siempre escribo? De la belleza en la fealdad” ~Gayle Forman
La verdad es que como abandono libros a la mitad, a veces me abandono un poco a mí misma y dejo de escribir porque no hay un objetivo claro de márketing detrás, una acción de venta, vaya, ni siquiera una de intención de tráfico o visibilidad. La verdad es que…
“Todo es muy simple mucho
más simple y sin embargo
aún así hay momentos
en que es demasiado para mí
en que no entiendo
y no sé si reírme a carcajadas
o si llorar de miedo
o estarme aquí sin llanto
sin risas
en silencio
asumiendo mi vida
mi tránsito
mi tiempo”
La verdad es que sí da miedo, cuando te leen y cuando no te lee nadie.
¿Estás ahí?
¡Buh!
Prosa Ojerosa
Estoy aquí.
Y me gusta lo que leo.
Lo que escribes.
Lo que compartes.
Aunque entiendo que escribir, también tiene un poco de ese misterio y de esa sensación.
Pero qué bonito es leerte.
Y ojalá lo sigas haciendo así, cuando sientas que es el momento de volver a hacerlo.
Fluyendo, cómo el río de la vida.
Muchas gracias por tu compañía, por tu comprensión. Para mí también es muy bonito leerte.
Aquí estoy. Yo también abandono libros y a veces me abandono. Gracias por este texto y por las reflexiones que despierta.
Reme, gracias por decirlo en voz alta conmigo. Gracias por todo.
Yo también te leo. Es refrescante leer algo sin marketing, sin un objetivo de ventas. Es la diferencia entre hablar horas mientras tomas un café, y una conversación programada y con prefacio “tenemos que hablar”.
Gracias por leerme siempre, sin programación ni prefacio. Besos grandotes.
Por supuesto que estoy aquí y me en a ta lo que escribes. Un abrazo
Otro abrazo cargado de agradecimiento para ti, Lara.
«Por qué escribir?» Eso lo tengo más bien claro. Es un motivo muy poco utilitario pero lo tengo bien identificado. Lo hago para traducir el barullo y la alharaca de mis propios asombros y hastíos en algo que pueda (yo mismo) comprender. Me asalta, sin embargo, la misma duda que a ti, al momento de publicar. Cada vez me cuesta más encontrarle el sentido a eso de «compartir» lo que he escrito.
Así es ¡me asalta, nos asalta…! Sin embargo, cuando pienso en que tú no compartas tus asombros y hastíos veo claro que los demás nos estaríamos perdiendo de algo muy valioso. Supongo que porque esos pensamientos viven en nuestra cabeza, los creemos tal vez más comunes de lo que son… o no 🙂 depende del día que me preguntes.
Estoy aquí y qué alegría estar 💗
Qué alegría la de contar contigo, queridísima María de los surrealismos agrestes.
Estoy aquí y seguiré estando. Y fíjate que sí había advertido la ausencia de los jueves o domingos de prosa. Que sí extrañaba leerte.
Algo me dice que escribimos para vibrar, que algo de nosotros vibra en un concierto, en una buena película, con un buen libro, un buen plato, una buena carcajada. Y como ese lugar que vibra dentro, se siente vivo, volvemos de vez en cuando allí. Ojalá cambiáramos el de vez en cuando.
Qué bonita es tu compañía siempre. Gracias.
“Ojalá cambiáramos el de vez en cuando” es como… ¿mi nuevo mantra? Sí, lo es. Te agradezco que dejes aquí un pedacito de tu intuición.
Tu escritura calma mi sed de sentido entre tanto sinsentido, como pradera en medio del bosque enmarañado. Tus textos dejan ondas concéntricas y en expansión en mí, son piedritas en el lago de mi mente y de mi corazón. Gracias, Adri.
Pero… ¿y la poesía que te marcas sin advertir a nadie? :O
Gracias a ti, Carmen, por estar aquí tan presente y por hacerme saber y sentir que esto que hago cuenta. Muchas gracias a ti.