Es vastamente conocido que, crecer en Latinoamérica te exime de aprender a conjugar con la persona vosotros, lo cual se considera dispensable completamente, así como el pretérito perfecto compuesto (cuyo nombre he tenido que buscar en Google) en el cual nunca hablamos pero que yo ya “he adoptado”, además de la conocidísima estandarización de la “s” para todas las pronunciaciones que la música latina ha puesto tan de moda.
Requiero de Rihanna para expresar mi cara cuando veo que ahora queda bonito hablar de ‘bellesa’:

O bien, si entiendes mis referencias de Friends: “The messers become the messies!!!”
No voy a entrar ni siquiera en el hecho de que muchas personas en España confundan lo último con ser analfabetas o tener peor ortografía, lo que sí venía a decir es que hay muchos otros ejemplos:
Recuerdo hojear “El Principito” a una edad bien temprana y pensar que qué palabra tan divertida es baobab, pero no tener ni idea de qué podía significar y, por último, intercambiar en mi cabeza los conceptos biblioteca por librería porque las bibliotecas eran, al menos de donde yo soy, como un lugar idílico, poco visitado, de algunas universidades. Hasta la fecha, me siento al mismo tiempo afortunada y extrañamente sospechosa de un delito al llevarme en una bolsa, libros que no son míos a casa.
“Nuestros pueblos y ciudades son lugares que cada vez nos quieren en ellos como consumidores, más que como personas. Lo que hace que sea más importante que valoremos esos espacios amenazados donde todavía se permite que seamos irrelevantes desde el punto de vista económico. Bosques, parques, museos y galerías, y bibliotecas públicas”.
~Matt Haig, «Apuntes de un planeta estresado»
Pero quizá el lugar más amenazado de todos es un no-lugar, es el espacio mental.
Cuando el CEO de Netflix afirma que su principal competidor no es ni Amazon, ni YouTube sino tus horas de sueño, sabes que es verdad.
Y no es hasta que leo esto que me reafirmo en la razón por la cual es importante para mí llevar adelante un proyecto donde la lectura es la principal herramienta de cuidado. Me da rabia, pero lo dijo de nuevo M. Haig mucho mejor:
“Para mí leer no fue nunca una actividad antisocial, sino profundamente social. Era la clase de socialización más profunda que existía. Una conexión íntima con la imaginación de otro ser humano”
Del capítulo del mismo libro que además tiene un título muy acertado: «la ficción es libertad»
Hemos cambiado la ficción y el uso de la imaginación, por el espionaje mutuo y consensuado.
Lo que sea que nos haya convencido de que existir como constantes observadorxs de la vida de otrxs, nos daría la misma satisfacción que vivir nuestra propia vida, es hora de volver a replanteárnoslo para equilibrarlo.
Lee eso otra vez.
Ahora te pregunto, ¿puede que los libros sean una manera de recuperar algo de espacio? El espacio que seguimos dejando que se moje, allí, a la intemperie, como si fuéramos del todo inocentes.
Espacio para descansar del ruido.
Para salvarnos del filtro de la comparación.
Para pausar las auto-imposiciones con el objetivo de ser más visibles cuando podemos ser tan invisibles como queramos sin dar explicación, porque tenemos esa opción.
Para, aunque sea por un momento en el día, disfrutar del lujo de un solo canal y un punto analógico.
Para volver a ser uso del tiempo que ya tenemos.
¿Lo ves posible? Y me dirás, sí, basta con apagar pantallas. Pero no subestimemos cuan habituadxs estamos a ellas ni cuanto tiempo ha pasado desde 2004.
“Cualquier escrito puede levantar una nube de polvo, pero la buena escritura conduce a la alquimia, una metamorfosis en la cual se crea algo nuevo a partir de la destrucción. La noción de que esto es fácil -las fases por las cuales un escenario de vida real se convierte en una imagen en la mente y finalmente en palabras en una página- es un testimonio de la capacidad del autor de hacer que parezca sencillo”
¿Compartes conmigo un libro aquí abajo que haya generado esa alquimia para ti? Gracias, siempre.
Me estoy divirtiendo como enano con uno de Lola Pons Rodríguez llamado El árbol de la Lengua. Joyitas varias que, entre otras, vienen a ilustrar con humor (y sin dejar de lado el rigor lingüístico) lo que comentas en la entrada de tu texto. Si te interesa te lo dejo cuando lo acabe.
Tomo nota de Lola Pons y Matt Haig y recomiendo a Stefano Mancuso.
YO leo en digital por el tema de la destrucción de recursos y de la vida útil de un libro en papel, pero me apuntaría de cabeza a un club de intercambio de libros físicos.
¿Ideas ?
¡¡¡Tantas ideas!!!
Gracias por decirlo, así puedo pensar más por orden de relevancia 😉
La Cronología del agua, de Lidia Yuknavitch, me está dando espacio para colocar mucho de eso mío que estaba desordenado. Conocí a la autora gracias a un post tuyo 🙂
Ver su charla Ted me ayudó a tomar una decisión muy importante para mí (guiño, guiño).
Gracias siempre, Adri.
¡Sí! me interesa mucho, no lo conocía y ahora lo quiero leer 🙂
Gracias <3
genial
¡Gracias, Vicky! <3
Cómo he disfrutado leyéndote, Adriana… soy Canaria, concretamente de Tenerife, y aquí, en estas islitas, tampoco usamos el «vosotros», ni el pretérito perfecto compuesto, a pesar de haberlo estudiado hasta la saciedad en el colegio. Decimos bellesa y ustedes. Lo cual, a lo largo del tiempo, ha producido una especie de lo que aquí llamamos «complejo del canario», porque somos españoles, pero no hablamos como en la península, entre otras cosas. Pero ese es otro tema…
Al hilo de tu pregunta final, te cuento que el último libro que ha generado esa alquimia en mí, ha sido «La Biblioteca de Agua» de Clara Obligado. Simplemente me ha parecido una delicia. De esos libros a los que me gusta regresar con el tiempo.
Como siempre, gracias por compartirte.
Te envío un abrazo enorme, ‘bellesa’… 💚
Leí de Clara Obligado una novela que se llama «Salsa», que me pareció entretenida sin embargo, no me enamoró. Voy a echarle un ojito a este que mencionas porque la verdad es que el título es precioso.
En cuanto a lo que me comentas del complejo canario, lo sabía porque nos dicen que hablamos muy parecido ustedes y nosotros. Lo cual, es bueno ¿verdad? 😉
Un besote. ¡Gracias a ti, siempre! Me impulsas.
Uno de los últimos libros que más he disfrutado es “El Regalo” de Eloy Moreno a quien admiro muchísimo.
Gracias, Jenny. No conozco al autor pero te agradezco mucho que lo compartieras y que te pasaras por aquí a leer este texto.
Ojalá vuelvas. 🙂
Me encanta leerte.
Gracias <3. Te imagino leyéndome con tu tazota de café y me alegra el alma.
Yo estoy leyendo ‘The Water Dancer’ de Ta-nehesi Coates. Totalmente de acuerdo en que los libros son profundamente sociales. Este libro que narra un esclavo en Virginia, me enseña sentimientos que de ninguna otra manera puedo entender sino es usando la imaginación, dando a sus palabras mi propia interpretación. Intentando combatir el racismo y las manifestaciones que yo misma puedo albergar.
Exacto, resumiste en tres líneas lo que yo quería decir con todo este texto 😀
Veo que te está gustando bastante este autor, yo todavía lo tengo pendiente.
Qué necesario es leer 🙂
Me doy cuenta de que enganchándome a tantas series pierdo mucho tiempo que podría dedicar a algo que me encanta. Últimamente he retomado el placer de la lectura e intento huir de las pantallas, pero gracias por recordármelo ♥️
Querida María,
La verdad es que no sé si las series califican de pérdida de tiempo o no, lo único que sé es que los libros me resultan mucho más inmersivos. Como tú también encuentras placer en ellos, ojalá que puedas darte ese placer muchas veces en el día. <3